Muchos de los logros de Dragon Ball, que ahora consideramos míticos, en realidad no eran más que Akira Toriyama queriendo ahorrarse trabajo explicando cosas. ¿La Nube Kinton? Una excusa para que los personajes puedan recorrer largas distancias en un par de viñetas. ¿El super saiyan? Un momento de respiro para que sus ayudantes no tuvieran que entintar todo el pelo, que les ocupaba gran parte de su tiempo. ¿Los nombres de las técnicas? Una obligación que le puso su editor Kazuhiko Torishima cuando, realmente, a él ya le iba bien con las peleas sin más. No es de extrañar, pues, que con este aire olvidadizo y descuidado, al autor de Dragon Ball se le fuera de la cabeza, incluso, el nombre de sus personajes.

Se olvidó de Shu nombre
Fue lo que le pasó a uno de los esbirros de Pilaf, al que conoceréis por ser un perro humanoide. Debutó en el episodio 1 del anime, y en Toei preguntaron al mangaka cuál era su nombre. Este les dijo que no tenía ninguno, y procedieron a llamarle Shu. Y tiene sentido, dado que el nombre de la otra esbirra es Mai. Shu-mai es un tipo de dumpling chino, lo que continuaría la broma de los nombres con Pilaf, un tipo de arroz.
Sin embargo, Toriyama sí que le había puesto nombre ya: originalmente, el personaje se llamaba Soba, y la broma con la comida seguía intacta (soba-mai es un grano similar al arroz chino). Se dio cuenta tarde, y para continuar con el nombre que le pusieron en el anime, procedió a llamarle Shu también en el manga, una nomenclatura que sigue hasta nuestros días y que nació de la mera equivocación.

Por cierto, que hay algunos fans que se siguen quejando de que Pilaf y los suyos tengan importancia incluso en Dragon Ball Super, con su nueva apariencia juvenil, pero, francamente, dado que fueron ellos los que empezaron todo, e incluso Pilaf fue el primero en llamar a Shenron, ¿cómo dejarles de lado? Ahora bien, ¿explicará algún día Toyotaro por qué Shu también se llama Soba? Quién sabe.