Manual para cerrar una serie de forma perfecta
El s03e08 de The Leftovers es uno de los finales más bonitos (y trascendentales) que haya tenido nunca una serie de televisión. Bajo las luces incandescentes de una boda rupestre –cabra incluida-, los avejentados cuerpos de Kevin y Nora se enfrentan a un diálogo imposible sobre el pasado que no fue y el futuro que no será. El tono es espectral, más que crepuscular. Estamos en el fin del mundo, tratando de agarrarnos a la última esperanza que nos queda. Porque el mundo no puede (ni debe, ¡que se joda!) ser salvado, pero quizás sí exista esperanza para aquellos pequeños elementos que lo conformamos. A la mañana siguiente los cuerpos se vuelven a encontrar. Caen las máscaras. Salen a la luz los sentimientos. “¿Quieres un té? Estaba a punto de hacer té”.
Si hasta ahora la s03 nos recordaba a los delirios de Richard Chamberlain en La última ola (1977) –donde, por cierto, también aparecía el actor indígena David Gulpilil, que en The Leftovers es el único conocedor de la canción que puede para el diluvio (presuntamente)- en sus últimos compases nos acercamos más a Antes del atardecer (2004) –obra de Richard Linklater, otro que maneja los hilos de la historia íntima como ningún otro-, pero también a Terrence Malick, que lleva ya varios años tratando de trazar algo parecido a lo visto en este último capítulo… sin conseguirlo. Las manos entrelazadas de Kevin y Nora nos dicen la gran verdad, velada hasta ese momento: el mundo se acabará algún día, para unos antes, para otros más tarde. Pero no hay más verdad (ni Dios) que ese. Así que ya que estamos condenados a convertirnos en polvo, ¿por qué no esperar ese momento junto a la persona que más amamos?