No esperaba gran cosa, y sin embargo me ha enganchado de principio a fin. Tiene ese punto de locura que tanto me gusta, donde no sabes si lo que estás viendo es una sátira negra, un thriller psicológico o una comedia enfermiza disfrazada de drama social. Es retorcida, sí, pero entretenida como pocas. No es sutil ni elegante, pero tampoco lo pretende.
La película arranca fuerte: un hombre atrapado en su apartamento, en su hipoteca, en su vida. El ruido constante, la presión económica, los vecinos cada vez más extraños... todo contribuye a una atmósfera paranoica que no deja respirar. Y lo mejor es que no sabes si es real o está todo en su cabeza. Kang Ha-neul está muy bien, consigue que le sigas incluso cuando su personaje toma decisiones absurdas.
A ratos me recordaba a ‘Parásitos’, aunque sin su precisión ni su profundidad. Aquí todo va más a lo bruto, a lo directo. Pero hay una crítica de fondo bastante clara al sistema inmobiliario, al aislamiento en las grandes ciudades y al espejismo de la clase media. Lo cierto es que, con sus excesos y sus giros, nunca pierde el ritmo.
No es perfecta. El tramo final es desquiciado, a veces demasiado. Pero esa exageración es parte de su encanto. Y aunque no emocione ni remueva como otros thrillers coreanos, sí deja una sensación rara y pegajosa. Me gusta cuando una película no se parece a ninguna otra.
Le pongo un 7/10. No porque sea redonda, sino porque se atreve. Y eso, a día de hoy, ya es mucho.