En octubre de 1936, el régimen franquista levantó más de trescientos campos de concentración en toda España, transformando conventos, fábricas, escuelas y hasta plazas de toros en lugares de represión. Entre ellos destacó San Simón, un antiguo lazareto convertido en prisión insular, donde la belleza del paisaje contrastaba con el horror de la muerte y el sufrimiento.
Siete años después, Lamas, uno de sus reclusos, rememora la experiencia de quienes compartieron cautiverio, hombres y mujeres que sobrevivieron a la violencia y al silencio impuesto en la costa gallega.
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