Paul Rudd contra la vergüenza ajena
por Violeta KovacsicsPor mucho que el ágil montaje del arranque de "El novio de mi madre" lo intente, estamos ante una película extremadamente plana. El relato en torno a una mujer madura, separada, con hija y que inicia una relación con un joven compañero de trabajo no depara sorpresa alguna. Tampoco lo hace la puesta en escena, abonada a planos que sólo pretenden mostrar al personaje, ni siquiera cuando presenta a la voz de la conciencia de la protagonista, una especie de gurú imaginario de aspecto "new age". Narrar en imágenes parece un lujo que esta comedia descafeinada no se quiere ni plantear.
Por suerte, están los nombres; y entre ellos, el de Paul Rudd, dispuesto a arrojar algo de luz sobre tanta falta de sustancia. En cuentagotas, el actor ofrece una comicidad eminentemente física. El resto son "gags" más cercanos a la vergüenza ajena que al humor elaborado. Para colmo, el discurso en torno al peso de los años y los convenios sociales parece sacado de un mal manual de autoayuda.
A favor: El intento de Paul Rudd de no sucumbir al naufragio.
En contra: La imposibilidad de huir de la sensación de simpleza.