Me ha gustado (no convencido) la revisión trágico-romántica que Joe Johnston ha ofrecido de uno de los grandes mitos del terror, EL HOMBRE LOBO, con un brillante Benicio Del Toro acosado por traumas y maldiciones que marcan un destino siniestro. El final, concedido queda, ofrece un desenlace con la figura del padre que podría, tendría que haber sido mucho más trabajado desde el guión, apelando al bagaje teatral del protagonista, y ahorrándose la transformación de Hopkins. No es comprensible esa aceleración final cuando la película se ha tomado un tiempo, bien empleado, en presentarnos a un personaje rotundo e interesantísimo que se ve envuelto en un infierno monstruosamente “familiar”. No obstante, la película se disfruta sobre todo en su perfecto ambiente de terror gótico que enmarca miradas, silencios, recuerdos profundamente reprimidos, y una historia de amor muy triste que sólo puede terminar como efectivamente acaba, de forma trágica. El destino opera, marca, ejecuta, y lo hace por caminos inescrutables. Claro que, siendo honesto, y si alguien me pregunta, le diré con gusto que me quedo mil veces antes con “El bosque de lobo” de Pedro Olea. El licántropo al que pone cuerpo y rostro nuestro admirado y genial José Luis López Vázquez da mucho más miedo: es de verdad.