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    El Hobbit: Un viaje inesperado
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El Hobbit: Un viaje inesperado

    La orgía freak

    por Alejandro G.Calvo

    Sobre el papel, un ciudadano normal, tendría sus reservas -¿aunque qué narices es un ciudadano normal? ¿quedarán de esos?-; el proyecto no es para menos: adaptar en forma de trilogía (a tres horas por película) un libro, "El hobbit", que no llega a las 300 páginas suena a maniobra suicida de un megalomaníaco obsesionado con la obra de J.R.R. Tolkien. ¿Nueve horas más de hobbits, enanos, orcos y demás ciudadanía de la Tierra Mieda? Así cualquiera se asusta.

    Han pasado nueve años desde que 'El Señor de los Anillos: El retorno del Rey (The Lord of the Rings: The Return of the King)' (2003) llegara a nuestras pantallas (amasando, no olvidemos, la friolera de once Oscars, incluyendo Mejor Película), convirtiéndose en una de las películas favoritas del público y coronando una trilogía donde el realizador Peter Jackson -hasta la fecha más conocido por su cine gamberro de alto contenido sanguinolento y por ser el firmante de la deliciosamente malévola 'Criaturas celestiales' (1994)- parecía confirmarse como el relevo generacional de los grandes hacedores de cine pop de los 80 y los 90 (Lucas, Spielberg, Cameron). La mecánica que hacía funcionar la máquina tolkeniana a su perfección partía de un hecho muy simple: la trilogía de los Anillos era un producto realizado por un fan entregado destinado a satisfacer a sus iguales, a Jackson le dieron la oportunidad de crear el juguete más caro de la historia y lo convirtió en un evento lúdico de proporciones totémicas. Un parque de atracciones donde millones de predicadores confesos fueron a comulgar con una sonrisa en los labios (una maniobra similar la encontraríamos este año con el 'Marvel: Los Vengadores' (2012) de Joss Whedon, ahí es nada, un ex-colaborador de Marvel con carta blanca para hacer en texto fílmico lo mismo que había pergeñado en las páginas de los cómics de la Patrulla X).

    Desde que abandonara a Frodo y compañía Jackson se convirtió en un hombre errático, cuyas aparatosas nuevas producciones estaban muy lejos de la calidad alcanzada en la oscarizada trilogía. Ni su inflada versión de 'King Kong' (2005), ni (especialmente) su fallido paseo por el amor y la muerte en 'The Lovely Bones' (2009), lograron satisfacer ni al público ni a la crítica -algo mejor le fue en labores de producción: 'District 9' (2009) y 'Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio' (2011), ésta última uno de los Spielberg más aburridos de los últimos tiempos-. De ahí que su regreso a la dirección de 'El Hobbit: un viaje inesperado (The Hobbit: An Unexpected Journey)' se intuyera como algo necesario, casi una expiación de sus errores a la vez que una prueba de fuerza de considerable riesgo: el querer repetir el éxito precedente con un material, sino idéntico, que comparte las mismas raíces (Jackson, orgulloso de su legado, recupera para la película a actores/personajes de su trilogía: Elijah Wood, Ian McKellen, Cate Blanchett, Christopher Lee, etc).

    Y lo más curioso de todo es que, una vez vista la película, se puede decir que la jugada le ha salido bastante bien. Y es que 'El Hobbit' vendría a ser lo que una barra libre de alcohol de garrafón en Gandía Shore: un opíparo banquete de proporciones inmorales –esa orgía freak a la que hago referencia en el titular de la crítica- similar al que los Monty Python se entregaban en el célebre sketch de 'El sentido de la vida' (1983). Jackson tira por la vía del exceso en todos los ámbitos posibles: más acción, más personajes, más aventura, más acciones, más épica, más chistes, más movimientos de cámara imposibles en decorados digitales tintados al milímetro... ¿no querías hobbits? ¡Pues toma siete tazas!

    Normal que los fans de la saga se sientan recompensados, Jackson no ha faltado a su palabra, pero, ¿qué hay del resto? ¿Es 'El Hobbit' una película para insiders y nadie más? Jackson ejerce de master supremo de un atractivo juego de rol cuyas normas, esta vez, resultan más lejanas que nunca. La respuesta a dicha pregunta, claro, sólo la tiene el público, no este crítico al que con la edad los habitantes de la Tierra Media, la verdad, le vienen a importar bastante poco y cuya única arma para enfrentarse a la película es el mero análisis crítico.

    Así que hagamos crítica de una vez. 'El hobbit' es un espectáculo que, por agotador, acaba resultando ciertamente asfixiante. Su mayor problema reside en su larga duración, un metraje a todas luces excesivo que no le permite a la película el mantener el interés más que a intervalos irregulares, normalmente, allá dónde se desarrolla la acción. En los valles de la cinta se encuentran tanto largas caminatas (a pie o en pony, tanto da) como rocambolescos diálogos a propósito del renacimiento del mal más absoluto (no creo que haga falta recordar que "El Hobbit" es la novela que precede a "El señor de los anillos"), todo ello salpimentado con continuas dosis de humor de distinto gancho y alcance. Por suerte, el navío acaba desbocándose (para bien) y llegando a un inmejorable puerto (el del disfrute cinéfilo) en su última hora de metraje: es ahí donde Jackson desata toda la acción y donde se hace presente lo vívido de su imaginario fantástico. En ese larga batalla en el interior de la montaña -toda la secuencia tiene un aire cómplice a 'Indiana Jones y el templo maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom)' (1984)- junto a la aparición de Gollum (y el anillo) y su divertidísimo duelo de acertijos con Bilbo Bolsón donde 'El Hobbit' acaba explotando como el gran aparato pirotécnico que es. Así que toca ser honestos y reconocer que quizás el tiempo le ha vuelto a uno más escéptico y cínico pero que se alegra de ver que otros siguen manteniendo intacta su ilusión por contar historias y entretener al público. Y ahí Peter Jackson, sí que me ha ganado.

    A favor: Gollum, siempre Gollum.

    En contra: ¿Dónde se ha metido el montador?

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