Barry Lyndon
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Martin Oaks
Martin Oaks

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4,5
Publicada el 10 de junio de 2025
La tragicomedia de época “Barry Lyndon” es de una belleza y profundidad pocas veces vistas en la historia del cine. Stanley Kubrick trata de hipnotizarnos con una meditación visualmente deslumbrante y meticulosamente elaborada sobre la ambición, la fortuna, la caída y la inexorable marcha del tiempo en el siglo XVIII.

Redmond Barry (un siempre mediocre Ryan O'Neal, que en manos del maestro hace todo lo que puede) es un joven irlandés que, tras un duelo se ve obligado a poner tierra de por medio alistándose en el ejército para desaparecer. Pero Barry sigue siendo un rufián ingenuo y un trepa sin igual. Tras su paso por el ejército británico durante la Guerra de los Siete Años, donde experimenta los horrores del conflicto y la vida militar, deserta lanzándose por un puente en pleno desfile, para unirse posteriormente a un grupo de estafadores profesionales. Gracias a su ingenio y atractivo físico, logra introducirse en la alta sociedad, donde su principal objetivo es ascender social y económicamente. Su gran oportunidad llega al cortejar a la rica condesa Lady Lyndon que, al casarse con él, le entrega un título nobiliario consorte y una vasta fortuna. Sin embargo, su nueva vida de lujos y privilegios se ve empañada por sus propias inseguridades, su comportamiento derrochador y la animosidad de su hijastro, Lord Bullingdon.

Kubrick presenta un observador implacable de la ambición, la hipocresía y las rígidas estructuras sociales de la época, cuya meticulosa recreación histórica, sin iluminación artificial, impacta por su narración formal y distante, subrayando la naturaleza trágica y a menudo fútil en la búsqueda de la fortuna y el estatus social. Kubrick se obsesionó aquí con la autenticidad, y logró una proeza técnica al filmar muchas escenas exclusivamente con luz natural, incluyendo el uso revolucionario de lentes de objetivo de alta velocidad (diseñados para la NASA) para capturar la sutil luz de las velas. El resultado es una estética pictórica asombrosa, con cada fotograma mostrándose como un fresco de los maestros del XVIII. La iluminación, los colores y la composición son tan exquisitos que la película, a menudo, se percibe como una galería de arte en movimiento.
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