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    Lebanon
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Lebanon

    La ventanilla indiscreta

    por Manuel Yáñez

    En 2008, un año antes de que 'Lebanon' se alzara con el León de Oro del Festival de Venecia, dos películas dirigidas por autores israelíes exploraron, cada una a su manera, la psique traumatizada de sendos ex-soldados. En la notable 'Z32', el documentalista Avi Mograbi entrevistaba a un joven militar que había participado en operaciones de represalia del ejército israelí contra grupos palestinos. El desconcierto moral del soldado resonaba bajo un catatónico cóctel de culpa e imposible distanciamiento. Por su parte, en la magnífica 'Vals con Bashir', Ari Folman invocaba aterrorizado sus recuerdos de la masacre de Sabra y Chatila de 1982, durante la Primera Guerra del Líbano, cuando el director formaba parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes. Mediante entrevistas a amigos y recreaciones del horror bélico, todo pasado por el filtro de la animación, Folman se sometía a una particular sesión de psicoanálisis fílmico.

    Si se atiende a las "notas del director" escritas por Samuel Maoz en el catálogo del Festival de Venecia de 2009, uno podría esperar de 'Lebanon' una nueva sesión de terapia sobre los traumas del soldado israelí. Según cuenta Maoz, "el 6 de junio de 1982, a las 6:15 de la mañana, experimenté los horrores de la guerra de primera mano. Reaccioné instintivamente en un acto de autodefensa. Tenía 20 años. 25 años después de aquella miserable mañana en la que se inició la Guerra del Líbano, escribí el guión de mi película". Nos encontramos entonces en el mismo escenario en el que transcurría 'Vals con Bashir' y el impulso de Maoz es muy similar al de Folman: exorcizar unos recuerdos que siguen golpeando con insistencia la conciencia del director. Sin embargo, la diferencia es que Maoz no tiene la intención de sentarse en el diván del documentalista, sino que se aferra a los mecanismos de la ficción y el cine de género para agitar de forma visceral y vívida su memoria.

    'Lebanon' es una trepidante y claustrofóbica inmersión en el corazón del escenario bélico. El grueso de la acción transcurre en el interior de un tanque en el que los dilemas de los soldados se dirimen en torno a estrictas jerarquías, encendidas luchas de poder y la noción palpable de que lo humano (el libre albedrío, la piedad, la responsabilidad personal) no tiene cabida entre las paredes metálicas del "buque" de guerra. El tanque se nos presenta como un féretro de almas en pena que deambulan por su purgatorio particular: algo parecido lo que ocurría en la fantasmagórica embarcación de 'Apocalypse Now' o en 'El submarino (Das Boot)'. Así, en el interior de la "nave" se recrea un teatro del horror con cadáveres en descomposición como espectadores de lujo. Puede que el relato no brille por su originalidad, pero la fuerza y vivacidad de la narración consiguen estrujar los sentidos del espectador y agitar su conciencia.

    A la postre, el mayor y más controvertido logro de Maoz se encuentra en el modo en que nos presenta el "exterior" del tanque. El mundo "real" se nos hace visible a través de la mirilla por la que uno de los soldados apunta con el cañón. A través de esa ventanilla indiscreta asistimos a las más crudas postales del horror: cuerpos desmembrados, rostros de niños magullados, madres que lloran desesperadas la pérdida de su hijo. En dichas imágenes, la película bordea el sensacionalismo, pero en este caso la sensación de estar ante un testimonio veraz del terror bélico supera a la noción de espectáculo, aún cuando la película no renuncia a las constantes del género bélico. En realidad, lo que le interesa a Maoz es presentarnos los mecanismos de distanciamiento que construye la maquinaria bélica para amortiguar el efecto de la abyección sobre los soldados. El militar observa la muerte como si se tratara de una representación casi virtual, un videojuego con repercusiones reales: mira por el visor e intuye un posible enemigo; cuando el pánico, se desata aprieta gatillo; entonces cierra los ojos y los abre para descubrir un mundo desolado.

    ¿Dónde empieza y termina la responsabilidad del soldado que aprieta el gatillo? ¿Quién determina el uso de estas máquinas de muerte? ¿Dónde se esconden los responsables políticos de la guerra? 'Lebanon' no sitúa estos interrogantes en primer plano: la experiencia sensorial y la investigación psicológica sustituyen a los discursos políticos. Sin embargo, como ocurre en una película como 'En tierra hostil' o en una serie como 'Generation Kill', el dispositivo dramático hace que dichas preguntas resuenen locuazmente en el trasfondo. Y puede que en esa forma tangencial de interrogar a la realidad se encuentre una de las grandes virtudes del cine.

    A favor: La trepidante inmersión en los horrores de la guerra.

    En contra: Algún titubeo en la evolución dramática de la narración.

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