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    Mirar al pasado sin ira

    por Daniel de Partearroyo

    Ya hace veinte años, la película de La tribu de los Brady (Betty Thomas, 1995) –inmensamente recuperable y reivindicable– tomó la decisión de adaptar la sitcom familiar de los años 70 poniendo en evidencia toda su cursilería y actitud naíf al chocarla contra la cruel superficialidad de la última década del siglo. Esa forma de mirar la obra original que se adapta desde una posición irónica consciente del paso del tiempo tuvo continuidad en la Starsky y Hutch (Todd Phillips, 2004) de Ben Stiller y Owen Wilson, pero no logró impactar con fuerza en el mainstream hasta la llegada de Infiltrados en clase (2012) e Infiltrados en la universidad (2014), ambas de Phil Lord y Chris Miller. "Ya que Hollywood se empeña a jugar a esto –sacar películas de propiedades tan peregrinas como una olvidada serie de los 80 o los juegos de construcción de Lego–, echemos la partida con nuestras propias reglas" es el sentimiento que podría resumir la brillante carrera del dúo hasta ahora. Algo de lo que han tomado muy buena nota John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein, directores y guionistas responsables de Vacaciones, la revisión híbrido de secuela y remake de la exitosa comedia generacional Las vacaciones de una chiflada familia americana (Harold Ramis, 1983).

    Como si quisieran seguir los pasos de Lord y Miller –de los que, no en vano, fueron aprendices escribiendo la secuela Lluvia de albóndigas 2 (2013) bajo su supervisión desde la producción–, Daley y Goldstein abordan el material de partida original de su película con la cantidad justa de reverencia y consciente chirigota. Ed Helms interpreta el papel de un Rusty Griswold ya adulto y padre de familia y Chevy Chase y Beverly D’Angelo dan su bendición vía cameo en lo que estructuralmente es una repetición de aquel desastroso road trip familiar con el parque de atracciones de Walley World como destino. A partir de ahí, comparar Las vacaciones de una chiflada familia americana y Vacaciones es la mejor forma de comprobar qué ha cambiado en la comedia estadounidense de consumo masivo. Mientras que la película original de Harold Ramis con guión de John Hughes –una versión amplificada de su propio artículo satírico autobiográfico para la revista National Lampoon– dosificaba los golpes de humor con una caracterización más o menos tierna de los protagonistas, modulando sus catastróficas peripecias de carretera con oxigenantes dosis de humanidad, la revisión actual se lanza sin fisuras a la sucesión de set pieces cómicas.

    Frente a la construcción dramática con rasgos de empatía de John Hughes, Daley y Goldstein apuestan todo al gag por el gag sin mayor justificación. Como si el guión fuera un mecanismo de relojería donde prácticamente cada diez minutos es obligatorio pasar de una pieza de humor hiperbolizado a otra como único estímulo para seguir hacia delante. No puede haber escena sin punching line; cada arbusto del desierto esconde un objeto duro con el que se golpearán los personajes al intentar patearlo. El viaje de esta generación de la familia Griswold tiene muchas más etapas porque también necesita sitio para más chistes con el volumen de escatología al 11, no porque pretenda contarnos nada más en profundidad sobre un ramillete de personajes cuyas motivaciones se definen y mantienen desde la primera secuencia. Esa configuración narrativa esquemática pero efectiva, junto al también obligatorio desfile de cameos (Chris Hemsworth, Charlie Day, Keegan-Michael Key, Nick Kroll, Tim Heidecker...), contribuye a hacer de esta Vacation una película sin duda más divertida que la anterior; lo que no significa que sea necesariamente mejor película. Pero sí igual de eficiente y repetible.

    A favor: Christina Applegate, demostrando una vez más que debería protagonizar varias comedias al año.

    En contra: El esperado cameo de Chevy Chase y Beverly D'Angelo sabe a corto y destemplado.

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