Siempre hay tiempo para amar...

Jeff Griffin (Peter Falk) acaba de conocer que se está muriendo de cáncer, le han declarado terminal, no hay nada que hacer. Con el amargo sentimiento de que ha malgastado su vida, abandona su familia y va a vivirse solo a una playa junto con todo el dinero que ha conseguido reunir. Allí conocer a Sarah Phoenix (Jill Clayburgh), que sufre de leucemia terminal. Lo que principalmente les une es que ambos han sido ignorados o denigrados por su familia, lo que les convertirá en principal apoyo emocional el uno del otro. La decisión de vivir los últimos meses en la anarquía emocional les inunda de vida: se dejan llevar por comportamientos infantiles o descargan su ira sin pensar que sus actos tendrán algún tipo de represalia. Y como es normal, el amor surge entre ellos. Lo único que ambos se prometen, es no visitarse durante sus últimos días. ¿Será el amor capaz de quebrantar las propias leyes naturales?