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    Al borde del abismo
    Críticas
    2,5
    Regular
    Al borde del abismo

    Los eroticoladrones en buenrollolandia

    por Alejandro G.Calvo

    Quizá el nombre de Asger Leth, de entrada, no le suene a nadie. Al fin y al cabo su película -¿documental? ¿docudrama? ¿reality show? ¿action movie? ¿un poco de todo?- anterior, 'Ghosts of cité soleil', por más llamativa que resultara –un retrato epidérmico de la salvaje vida en los suburbios de Haití-, tuvo un escaso recorrido cinematográfico debido, principalmente, a su baja calidad. De hecho, es más fácil que el firmante de esta 'Al borde del abismo' sea más conocido por ser el hijo de Jorgen Leth, afamado director danés al que Lars Von Trier homenajéo/torturó/releyó en la divertida 'Las cinco obstrucciones'. Aunque eso, claro, no sirva de coartada para casi nada.

    Pues bien, Leth debuta ahora en el cine americano con este thriller protagonizado por ladrones de guante blanco dispuestos a dar un golpe, más moral que real, al villano de turno: un joyero sin escrúpulos con el semblante avinagrado de Ed Harris. El plan es de lo más lógico (nótese la ironía): mientras dos de ellos se adentran en el interior de las oficinas del multimillonario para asaltar su caja de seguridad, un tercero distraerá la atención de la policía haciéndose pasar por un suicida que pretende acabar con su vida saltando desde lo más alto del edificio colindante al del robo.

    Lo más entretenido de la cinta de Leth pasaría, más que por atravesar todo el via crucis del personaje principal (el meollo del asunto), por ver actuar a la pareja de ladrones formada por la exuberante Genesis Rodríguez y el tintiniano Jamie Bell: que no necesitan de las cabriolas de Ethan Hunt para salvar su no-tan-imposible misión. Es en ese baile de cuerpos esquivando sensores y cámaras de seguridad donde la película logra sus mejores momentos, lástima que dichas escenas siempre vengan punteadas por la larga y aburrida charla que mantiene la policía con el sucidie-faker en lo alto del otro edificio.

    El espíritu lúdico de la cinta hace que esta se sobrevuele sin excesivo riesgo, haciendo de ella una excelente película para un viaje en autobús entre León y Valladolid o para pasar una amarga tarde de resaca (esto es un homenaje a Carlos Boyero). Es una lástima que al final de la obra Leth (o el guionista Pablo Fenjves, quién sabe) se ponga orgulloso y extreme su relato hacia el discurso progre de toda la vida (Fight the power!): precipitando todos sus denodados esfuerzos hacia el más irreversible de los ridículos.

    A favor: Que una ladrona tenga que desnudarse a medio trabajo no deja de resultar, digamos, pintoresco.

    En contra: La parte seria, vaya, lo que vendría a ser la coartada dramática para que la acción se desarrolle.

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