La película tiene una gran factura técnica, un impresionante diseño de producción, visualmente impactante, con espectaculares efectos especiales y unos bellos paisajes de naturaleza salvaje rodados en Costa Rica, pero la historia está tan trillada, la supervivencia tan poco emocionante, el ritmo aburrido, la relación de admiración-respeto-odio entre padre hijo tan simplista, Will Smith está tan solemne y Jaden Smith tiene tanto que aprender que el resultado final termina por no ser ni tan inteligente, ni tan interesante, como nos propone el tráiler, otro fiasco más para Shyamalan.
Will Smith se pasa la mayor parte de la cinta sentado en el puente de mando, con la pierna rota y a punto de desmayarse, mientras es Jaden quien se hace cargo de toda la acción. Toda la película está construida para mayor lucimiento de Jaden, parece ser el relevo generacional que Will da a su hijo, pero el joven Smith todavía está verde para semejante reto, su rendimiento es demasiado irregular y mira que me gustó en la versión que hizo de The Karate Kid con Jackie Chan en 2010. Pero ser un niño mono y encantador con once años en fácil, convertirte en héroe de acción con quince, requiere de algo más que tener un padre que te produzca una película.
En cuanto al tratamiento de la ciencia ficción, no sé cómo decirlo, resulta un poco estúpido. Han pasado 1000 años, la humanidad ha evolucionado, ha colonizado otro planeta, y la única arma que son capaces de crear para matar a los “ursa” es un sable con dos extremos que pueden adoptar distintas formas metálicas (espada, guadaña, hoz), pero que no deja de ser un palo con punta, nada de armas de fuego, láser o cualquier otra que les permita defenderse sin necesidad de acercarse al bicho. La nave en la que viajan se parte en dos, se estrella y la baliza que está en su lado de la nave se rompe en el impacto, vale, pero ¿qué les hace suponer que la otra baliza no se ha roto también?; milagrosamente el ordenador central de la nave funciona perfectamente y todo el puente de mando está a disposición del Ranger que es capaz hasta de monitorizar los latidos del corazón de su hijo y saber cuándo le está mintiendo, pero no le sirve para comunicarse con su planeta, con otras naves o con algún satélite en órbita. No me extraña que los humanos siempre estemos al borde de la extinción, con tales fallos de supervivencia. Por no hablar de que comen o beben los dos protagonistas los tres días que pasan en La Tierra, creo recordar que nada.
Lo cierto es que After Earth podía haber sido una gran historia de ciencia ficción, o un ejemplo de cómo un niño aprende a superar sus miedos, o una revisión futurista del conflicto padre hijo, pero su desarrollo no es ni original ni coherente y al joven Smith le falta mucho para acercarse siquiera al carisma que derrocha su padre, es mejor para todos que mientras eso llega no tenga prisa en convertirse en una estrella.