Avatar: Fuego y ceniza
Críticas
3,0
Entretenida
Avatar: Fuego y ceniza

Ya he visto esta película antes

por Andrea Zamora

Hay cosas que son tan certeras que es hasta ridículo decirlas. Son como señalar que el agua moja, el fuego quema, el cielo es azul y el Papa es católico. Así que decir que Avatar: Fuego y ceniza es un espectáculo bíblico es como no decir nada. La tercera entrega de la saga de ciencia ficción de James Cameron es lo que ya fueron sus predecesoras: un filme que entra tan bien por los ojos como el plato mejor elaborado de un restaurante con una ristra de estrellas Michelín. Su apariencia es algo que parece nunca antes visto, pero el problema viene a la hora de agarrar el cubierto, coger la comida y metérsela en la boca. Hay pocos sabores nuevos y, aunque los que hay son interesantes, no consiguen cambiar el plato lo suficiente como para que sea novedoso. Avatar 3 es una película que ya he visto antes.

Leer la crítica completa de Avatar: Fuego y ceniza: 'Avatar 3' es un espectáculo bíblico oscuro y violento de más de 3 horas, pero ya he visto esta película antes

La nueva odisea de los Na’vi comienza poco después de los sucesos de El sentido del agua (2022). La familia de Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña) afronta la muerte de su hijo Neteyam (Jamie Flatters). Cada miembro la sobrelleva como puede: Jake prefiere evitar el tema y mantenerse ocupado, mientras que Neytiri sigue expresando su dolor según las tradiciones de Pandora.

La trama se pone en marcha cuando deciden que Spider (Jack Champion), el hijo humano de Miles Quaritch (Stephen Lang), debe regresar con los suyos. Su máscara -la que le permite respirar en Pandora- empieza a fallar y corre serio peligro. Aprovechando la visita de los Comerciantes del Viento al clan acuático de Metkayina, la familia emprende el viaje con ellos. Cuando todo parece tranquilo, irrumpe la tribu Mangkwan, un grupo violento vinculado al fuego y liderado por la misteriosa Varang (Oona Chaplin), que separa a Jake y Neytiri de su clan. A sus conflictos personales se suma el regreso de viejos adversarios humanos, que desencadenan una nueva batalla por el destino de Pandora.

La oscuridad y la brutalidad de 'Avatar: Fuego y ceniza'

Varang, la villana de 'Avatar: Fuego y ceniza' 20th Century Studios
Varang, la villana de 'Avatar: Fuego y ceniza'

El inicio de la película resulta sugerente, sobre todo porque la muerte de Neteyam cubre el relato con un velo de pesadumbre que lo vuelve más adulto y complejo. El duelo y la ira de Neytiri, una madre devastada cuyo resentimiento hacia los humanos crece, enriquecen aún más un personaje ya de por sí fascinante. El papel de Zoe Saldaña exige intensidad y contradicciones que aportan profundidad al argumento de Cameron. Jake Sully, interpretado por Worthington, mantiene su papael habitual: un héroe siempre listo para combatir.

La oscuridad no recae únicamente en Neytiri, también en los Mangkwan. Esta incorporación es lo más llamativo de la película y un cambio radical dentro de la saga. Cameron presenta por primera vez en Pandora un clan que rechaza a Eywa tras haber perdido su hogar por culpa de un volcán. Varang, que de niña sobrevivió gracias a aprender el sentido del fuego, es una especie de chamán cuya autoridad nace del trauma compartido. Los Mangkwan representan violencia, dolor y un sadismo nunca antes visto en este universo. Avatar: Fuego y ceniza no solo resulta violenta en lo físico, sino también en lo emocional.

Una puerta entreabierta hacia el futuro de la franquicia

Kiri, el personaje de Sigourney Weaver en 'Avatar: Fuego y ceniza' 20th Century Studios
Kiri, el personaje de Sigourney Weaver en 'Avatar: Fuego y ceniza'

Con sus 197 minutos -3 horas y 17 minutos- es imposible mantener un ritmo uniforme. Avatar: Fuego y Ceniza comienza con fuerza y con varios giros interesantes, pero decae cuando se hace evidente la fórmula repetida de las entregas anteriores y de tantos otros 'blockbusters' de acción. La narración se vuelve predecible y se pierde la magia.

En lo técnico, la película es impecable; en lo narrativo, aporta poco. Varang, un personaje femenino prometedor, pierde fuerza cuando se ve envuelta en una relación con Quaritch que sabe a clichés de otra época. Y tras eso, la simplicidad domina el resto del metraje: los villanos son cada vez más villanos, los héroes cada vez más heroicos, y todo desemboca en un gran clímax bélico.

Avatar: Fuego y ceniza es bíblica no solo en sus dimensiones, también por las referencias: un Abraham dispuesto a sacrificar a su hijo, un Lázaro que vuelve a la vida y una figura mesiánica nacida sin padre. El componente ecológico y la denuncia de la destrucción humana del entorno continúan siendo el alma de esta saga de ciencia ficción.

Cameron ha asegurado que estaría dispuesto a dejar la franquicia si esta entrega fracasa. La tradición indica que será un éxito aplastante, pero si no es así, la trama queda lo bastante cerrada como para no continuarla. Aun así, es evidente que hay mucho más por explorar. Cameron ha sido astuto: en lugar de dar un portazo, ha dejado la puerta entreabierta para regresar cuando quiera. Y todo apunta a que así será.

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