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    Si fuera fácil
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Si fuera fácil

    De cupcakes y paquetes de tabaco

    por Mario Santiago

    En su triple labor como productor, guionista y director, Judd Apatow prevalece, sin lugar de dudas, como la figura más influyente de la comedia norteamericana del siglo XXI. Asumiendo el rol de padrino y dinamizador del género, el productor de 'Un loco a domicilio' y la serie 'Freaks and Geeks' —dos obras fundacionales— ha sabido capitanear a un amplio y heterogéneo grupo de talentos que ha convertido la Nueva Comedia Americana en un foco permanente de sorprendente vitalidad artística. Ahora, cuando se cumplen dos décadas del inicio de su carrera, Apatow estrena su cuarto largometraje como realizador, la agridulce 'Si fuera fácil', un spin-off de 'Lío embarazoso' donde los personajes de Pete (Paul Rudd) y Debbie (Leslie Mann) —la hermana y el cuñado de la embarazada Alison (Katherine Heigl)— toman el testigo como protagonistas de la función.

    Para empezar a vislumbrar las luces y sombras de 'Si fuera fácil', vale la pena atender a su título original, 'This is 40' ('Así son los 40'), y advertir el interés de Apatow por estudiar los diferentes puntos de inflexión que componen la experiencia vital: de la pérdida de la virginidad de 'Virgen a los 40' al vértigo de la muerte de 'Hazme reír', pasando por la aceptación de la paternidad de 'Lío embarazoso'. Un viaje existencial que el productor de la serie 'Girls' ha recorrido adentrándose de forma progresiva en el territorio del realismo militante, una seña de identidad que lo ha ido distanciando del grueso de la comedia actual, más afín a la fragmentación y la caricatura. Un interés por el realismo psicológico que marca a fuego el trabajo de Apatow, empezando por el carácter confesional de sus películas, que alcanza su apogeo en 'Si fuera fácil', donde tres de los cuatro miembros del núcleo familiar protagonista forman parte de su familia real: su mujer (Mann) y sus hijas Maude e Iris.

    Así, nos encontramos con un verdadero autorretrato fílmico en el que Apatow expone las dificultades que atraviesa una pareja de nuevos cuarentones a los que se les acumulan los dolores de cabeza: crisis existencial, problemas de pareja, la entrada en la pubertad de su hija mayor... En fin, un panorama desalentador que Apatow cincela a golpe de irregulares toques de ingenio y un crudo intimismo que remite al humor desnudo (o más bien desnudado) de autores como Woody Allen o Louis C.K. —de hecho, Apatow comparte con ellos sus inicios en la comedia stand-up, lo que permite entender su gusto por la autohumillación—. Dicho todo esto, y comprendiendo que 'Si fuera fácill' apuesta deliberadamente por un tono de dramedy —en la línea de las últimas películas de James L. Brooks—, el mayor problema del filme reside en sus deficiencias humorísticas; un argumento que responde en gran medida a la subjetividad de este crítico, que a continuación intentará explicar su postura.

    A lo largo de su carrera como director, Apatow ha sabido aliñar sus comedias dramáticas con dos ingredientes poderosos: el juego con referentes de la cultura popular y la utilización de personajes secundarios que importaban, en su calidad de satélites de vanguardia, eléctricas dosis de humor salvaje, absurdo o surrealista. El primer factor aparece de forma bastante diezmada en 'Si fuera fácil': la tonadilla de la serie 'The Office', los chistes sobre la soledad de George Clooney o un gag recurrente a propósito de la adicción de la hija mayor a la serie 'Perdidos': un gag que se agota a las primeras de cambio pero sobre el que Apatow sigue insistiendo repetidas veces. Y luego, en lo referente a los secundarios venidos de los rincones menos domesticados de la comedia americana, cabe decir que la película tampoco da en la diana: Jason Segel no brilla en su rol de Dr. Amor, la presencia de Lena Dunham es testimonial, Megan Fox cumple una función extra-humorística y Chris O'Dowd es absorbido por el drama... Los únicos que logran su cometido son Albert Brooks, que sería capaz de inyectar vida a un personaje en estado vegetativo, y Melissa McCarthy, que en su papel de psicótica madre coraje protagoniza la mejor escena de la película.

    En cualquier caso, la debilidad de estos elementos decorativos no hace otra cosa que revelar la seriedad con la que Apatow afronta su acercamiento a los personajes de Pete y Debbie. Y aquí es donde encontramos el otro gran déficit humorístico de la película. Tras recibir numerosos ataques por el supuesto sexismo de su cine, Apatow debe sumar uno más (el mío) a propósito de 'Si fuera fácil'. Aunque cabe aclarar que no se trata de machismo en el sentido tradicional del término, sino de otro tipo de denuncia de género: ¡el reparto de gags entre el dúo protagonista es de todo menos equitativo! Y no es que estemos ante un desequilibrio en la calidad actoral, dado que Mann sale viva del cara a cara con Rudd, ese maestro de la espontaneidad amable. Sin embargo, la guerra de sexos se lleva por delante a la mujer: su exacerbada neurosis la entierra bajo un dramatismo que en el personaje del hombre aparece mucho más asordinado. Reduciendo la cuestión a su esencia cómica, vale la pena estudiar la escena en la que la pareja decide renunciar conjuntamente a sus "vicios": la hilarante desesperación de Rudd cuando tira a la basura un apetecible cupcake —ese último e ilícito bocado antes de lanzar el manjar al cubo— contrasta con la gris frustración con la que Mann se desprende de su paquete de cigarrillos.

    'Si fuera fácil' persigue abiertamente la complicidad del espectador: Apatow aspira a que nos identifiquemos con la angustia de los protagonistas. Sin embargo, este crítico debe reconocer lo difícil que le resulta sentir lástima por una pareja de ricachones acuciada por alguna deuda de más. El escenario es casi un lugar común de la comedia familiar americana, que siempre ha encontrado en la neurosis de los barrios residenciales una mina de oro para su repertorio humorístico —vale la pena no olvidar que Apatow es el más clásico de los comediante modernos—. En este sentido, resulta admirable lo lejos que está dispuesto a llegar el director a la hora de explotar la vertiente dramática de su balanza narrativa: el realismo de algunas disputas matrimoniales tiñe la película de una amargura difícil de endulzar.

    Juzgada con buenos ojos, la obra de Judd Apatow podría reivindicarse como una de las más personales y audaces del Hollywood actual: una empresa "familiar" (en el sentido cassavetiano del término) que aspira a recuperar el gusto por la narrativa tradicional a partir de una observación incisiva de las etapas de la vida. Sin embargo, en su enfática articulación del drama y en su adhesión a ciertos clichés de género (de la comedia y también los sexuales), Apatow acaba renunciando a esa ligereza particular que siempre ha caracterizado a la mejor comedia americana.

    A favor: Las embestidas de Melissa McCarthy contra la pareja protagonista y la directora de la escuela.

    En contra: Los inútiles esfuerzos de Apatow porque sintamos lástima por la "delicada situación financiera" de los protagonistas. ¿Deberán renunciar a tener una casa con piscina?

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