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    Calvary
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Calvary

    Intriga, sacerdocio y humor negro irlandés

    por Quim Casas

    John Michael Donagh debutó en formato largo con El irlandés (2011), una extraña buddy movie irlandesa en la que Brendan Gleeson hace de hosco y poco ortodoxo policía gaélico y Don Cheadle encarna a un agente del FBI que debe colaborar con él en un caso de narcotráfico. Para su segunda película ha vuelto a contar con el homérico Gleeson, aunque aquí en un cometido ciertamente distinto pero igual de taciturno: se trata de un sacerdote que aspira a una suerte de hermandad universal, al menos en la pequeña (pero nada entrañable) ciudad en la que vive y practica, cuya existencia se va haciendo más sórdida progresivamente.

    No resulta difícil de catalogar un filme como Calvary si nos atenemos a la ortodoxia del género. Es tanto una comedia como un drama, y abundan los detalles de relato de intriga o policiaco. Hay violencia y absurdidad, pulsiones y distensiones. Y también toques de humor negro muy particular. De hecho, algunos de los momentos más dramáticos de la película están planteados con un sutil toque de comedia negra que, lejos de rebajar la tensión, los convierte en más extraños e inquietantes.

    Gleeson es un actor que, por regla general, devora a la cámara y empequeñece al resto de actores que compartan un plano o una escena con él. Es así desde que daba garrotazos salvajes en Gangs of New York de Scorsese. Ninguno de los otros intérpretes de Calvary tienen entidad o fuerza para hacerle sombra, más allá, también, de que el personaje encarnado por Gleeson está mucho mejor trabajado que el resto. Él solo se sirve para que el relato, en permanente vaivén, vaya de un lado a otro, ya que el sacerdote en cuestión alterna amigablemente con todos sus feligreses pero la mayoría de estos desean, por razones bien diversas, su muerte.

    Por ahí pueden ir los tiros de la comedia negra, pero Calvary es igualmente el retrato de una cerrada comunidad irlandesa en el que convive la distensión etílica de un John Ford y la severidad de un John Boorman (para quien Gleeson, por cierto, interpretó uno de los mejores personajes de su carrera, el mafioso dublinés de El general).

    A favor: Los vaivenes de un género a otro y la interpretación de Brendan Gleeson.

    En contra: Que a veces su comicidad es tan cerrada como el acento de los actores.

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