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    Misión Imposible: Nación secreta
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Misión Imposible: Nación secreta

    Ethan Hunt: El Soldado de Invierno

    por Yago García

    Todo empieza con un equipo. Y en forma, además: Jeremy Renner es el Señor Con Traje, un Simon Pegg ya curtido en estas cosas juega de Secundario Cómico (uno de los mejores que cualquiera podría querer) y el venerable Ving Rhames se desenvuelve por las bandas en su función de Tío Fuertote. Para rematar la jugada, un Tom Cruise a la carrera se apresta a marcar… y como resulta que la escena es La Del Avión ™, lo consigue con mucha elegancia: el momento de preguntarnos cuándo empezó a aparentar este señor la edad que tiene llegará más tarde. En todo caso, la lección impartida por el prólogo de Misión Imposible: Nación secreta es que, sin el juego combinado, ni la escena ni la película hubieran salido tan bien.

    Que nos perdonen los fans de Misión: Imposible II, que son muchísimos, pero si Misión: Imposible. Protocolo fantasma supuso en 2011 un renacimiento para la franquicia fue debido a que arropó al superagente Ethan Hunt con una buena hueste de secundarios, de esos cuya reaparición aguarda uno de secuela a secuela. Nación secreta persiste en esta buena costumbre, refinándola a base de hallazgos anteriores. Cruise sigue siendo aquí la estrella de la función y el eje de los stunts desquiciados, pero el todo acaba por ser mayor que la suma de sus partes, tanto en lo que respecta a los personajes como a la historia. Algo felizmente recuperado tanto de la película de Brian De Palma (1996: hay que ver cómo pasa el tiempo) como de aquella serie de TV que fue el comienzo de todo, y de la cual este filme aprovecha algo más que la banda sonora. Ahora, como entonces, la intriga es algo más que un pretexto para las escenas de riesgo.

    En lo que al riesgo se refiere, también mola ver cómo persiste una de las mejores innovaciones de Brad Bird en Protocolo fantasma: la apropiación del lenguaje de los videojuegos. Igual de frígido que en Jack Reacher (algo que aquí sí viene a cuento) pero tan vivaz en el guion como en Al filo del mañana, Christopher McQuarrie nos coloca una sesión de plataformas durante el primer acto de la Turandot de Puccini, y de la película, así como una sesión de sigilo subacuático que es un Metal Gear toda ella. Algo que hermana a este filme con Capitán América: El Soldado de Invierno, otro trabajo muy deudor de los píxeles, y tras lo cual sospechamos que este señor seguirá durante muchos años bajo el ala de ese Cruise a quien tan buenos servicios le presta.

    Dejamos para el final lo mejor de (casi) todo: las incorporaciones al reparto de un Alec Baldwin que resulta aún más gracioso tras haberle visto en Torrente 5 y Rockefeller Plaza (hágannos caso: su personaje es un Jack Donaghy con mando en la CIA) y, sobre todo, de Rebecca Ferguson. La actriz sueca se come con patatas las escenas en las que aparece, ayudada por un libreto que nunca consiente en degradarla a par de piernas con tacones o a interés romántico de usar y tirar.

    En resumen, esta entrega de Misión: Imposible destaca en el conjunto de la saga, y también supone un gran capítulo intermedio para una segunda trilogía que habría comenzado en Protocolo fantasma y cuyo último capítulo ya está, por cosas de la taquilla y del márketing, en producción. ¿Hará historia del cine de espías? Quién sabe. Pero está claro que sus creadores tienen muchos motivos para sentirse orgullosos de ella.

    A favor: El buen equilibrio entre trama y acción. Y Rebecca Ferguson.

    En contra: Tanto product placement menoscaba su dignidad.

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