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    Un castillo en Italia
    Críticas
    3,5
    Buena
    Un castillo en Italia

    Egotrip

    por Gerard Casau

    “Un día, mi madre me llamó y me dijo: ¡Fui a un restaurante y me encontré a Omar Sharif! Es maravilloso. Es mi ídolo y me parece el hombre más guapo del mundo” Entonces pensé: "llamemos a Omar Sharif y preguntémosle si estaría dispuesto a hacer un cameo en la película. Quizás así podríamos lograr que surja el amor a primera vista entre ellos”. Así explica Valeria Bruni Tedeschi los motivos de la aparición del protagonista de Doctor Zhivago en Un castillo en Italia. Un razonamiento a la vez caprichoso y encantador (“lo hice para hacer feliz a mi madre”) que define de forma ejemplar su particular acercamiento a la autoria cinematográfica, definitivamente desatado en su tercer largometraje.

    La venta de la finca familiar (el “castillo en Italia” del título) es el motivo que emplea la actriz y directora para enmarcar la fractura con el hogar y el enfrentamiento con los lazos y recuerdos de infancia, introduciendo un subtexto culto que mira sin disimulo a El jardín de los cerezos de Antón Chéjov. Sin embargo, y como ya sucedía en sus anteriores trabajos tras la cámara, la materia de la que se nutre Valeria Bruni Tedeschi es, principalmente, su propia biografía. Aparcando el carácter meta-profesional de Actrices (en esta ocasión su personaje, Louise, es una actriz retirada), la autora vuelve al cuadro familiar de su ópera prima, Es más fácil para un camello.... En aquella ocasión, Bruni Tedeschi rememoró la muerte de su padre y el abandono de su Turín natal en la convulsa década de los setenta, por miedo a que las Brigadas Rojas intentasen algún ataque contra su familia (ella es nieta del fundador de la CEAT y, por lo tanto, descendiente de una de las fortunas de la industria automovilística italiana). Y si entonces el reparto de la herencia del patriarca suponía una de las claves de la función, Un castillo en Italia empieza justamente en el momento en que ese dinero, aparentemente infinito, se extingue, forzando la renuncia a ese hogar y a ese patrimonio que seguía ejerciendo de cordón umbilical entre la protagonista y la capital piamontesa.  

    Sobre este telón de fondo, Valeria Bruni Tedeschi coloca dos acontecimientos que han marcado su itinerario emocional en la última década: por un lado, el fallecimiento de su hermano mayor, consumido por el sida, y que en la película es encarnado por un Filippo Timi espléndido en su manera de encauzar su habitual torrente temperamental por un cuerpo progresivamente desvencijado. Por el otro, su relación sentimental (ya extinta) con Louis Garrel, que entrelaza una notable diferencia de edad a la inquietud por ser una mujer que se encamina a los cincuenta años sin hijos ni una relación estable. La participación del hijo de Philippe Garrel en el filme dispara aun más las connotaciones biográficas de la obra (y permite elaborar un gag acerca de la insistencia de su padre por “matarlo” cinematográficamente en casi todas sus películas), como también lo hacen las apariciones de la madre de la actriz, Marisa Borini, pianista que ha devenido una presencia memorable en el cine de su hija. La complicidad de ambos parece dar a Bruni Tedeschi la confianza necesaria para abandonar la mesura narrativa y dramática y deshilachar definitivamente el relato, que no avanza con fluidez sino a través del calambre que proporciona cada una de las secuencias, planteadas como una serie de micro-situaciones hilarantes, patéticas y exasperantes, en sintonía con la interpretación de la actriz, capaz de estallar en carcajadas, sollozar y arrastrarse por el suelo en cuestión de segundos.

    Renunciando casi por completo a contar una (su) historia, Valeria Bruni Tedeschi se concentra en mostrar, en tirar hilos tragicómicos entre los cuerpos que ocupan el plano (nada más memorable, en este sentido, que el festejo de la boda del hermano en la habitación de hospital), y acaba descubriendo al espectador que su cine no es tanto una terapia como una forma de revivir una serie de recuerdos, mirándolos desde una distancia y un artificio que mengua su dolor.

    A favor: la química entre el reparto

    En contra: En ocasiones, agota

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