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    Mil maneras de morder el polvo
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Mil maneras de morder el polvo

    De ovejas y cómicos

    por Alejandro G.Calvo

    Justo ahora se cumplen 40 años de la mejor comedia-western de la historia del cine: hablo, obviamente, de Sillas de montar calientes (1974), ese magnífico disparate pergeñado por Mel Brooks; ayer, ahora y siempre, uno de los mejores comediantes de la historia del cine. Está claro que a Seth MacFarlane, quién ya ha demostrado todo y más en el formato de serie de TV animada -suyas son las excelentes Padre de familia, Padre made in USA y El show de Cleveland-, aún le queda trabajo para compararse con propiedad con el director de La loca historia de las galaxias (1987), dado que no es suficiente un talante gamberro y cierta renqueante voluntad transgresora para poder ofrecer buenas películas.

    Nadie dice que lanzar cargas de profundidad desde el mainstream americano sea sencillo; ahí MacFarlane aún tiene que aprender de verdaderos terroristas como Trey Parker, Ricky Gervais o, incluso, Adam McKay y Nicholas Stoller. Y es que a esta Mil maneras de morder el polvo -mala traducción de Un millón de maneras de morir en el Oeste- le ocurre como a la reciente Sex Tape (2014): si uno hace chistes sobre sexo anal y/o zoofilia puede escandalizar al personal, pero eso no implica necesariamente que sea gracioso. Normal que uno tenga la sensación mientras ve la película de que muchos de los gags no están del todo aprovechados o, incluso, de que el propio MacFarlane acaba acaparando tanto protagonismo que no deja espacio a que interese ningún otro personaje de la cinta.

    El director de Ted (2012), por otro lado, sí acierta al no desfallecer jamás en el ritmo de barbaridades mostradas por segundo. Así, quizás acierte un chiste de cada diez, pero es tal el flujo de ideas desquiciadas mostradas en pantalla que es difícil no ver toda la película con una sonrisa sellada en el rostro. Así esta loca mezcla de gag visual -la oveja sin esquilar, touché-, nerd jokes, explosiones sangrientas -la del bloque de hielo es magnífica-, guiños cinéfilos y un sinfín de abrazos al absurdo narrativo, acaba por convencer por acumulación y nos obliga, queramos o no, a seguir los pasos de este humorista del que seguimos esperando la misma mala leche que ha mostrado durante años en sus series de animación.

    A favor: Sarah Silverman y Giovanni Ribisi. Y la canción del “moustache”.

    En contra: Amanda Seyfried y Neil Patrick Harris. Y el trip lisérgico.

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