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    Samba
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Samba

    Baile ligero en traje de gala

    por Daniel de Partearroyo

    El descomunal éxito mundial que consiguieron Olivier Nakache y Eric Toledano con Intocable (2011) pilló por sorpresa a propios y extraños, pero no se puede negar que el dúo de directores tomó buena nota de la receta que les ayudo a conquistar el favor del público. Sobre todo a la vista de Samba, donde la han retomado paso a paso. De nuevo cuentan con la estrella Omar Sy junto a un reputado representante de la actuación gala –en este caso Charlotte Gainsbourg en vez de François Cluzet–, una historia comprometida pegada a cierta realidad social delicada –la telaraña burocrática de la inmigración ilegal en la Francia actual– y un tratamiento amable que lava la conflictividad de su base con cubos de humor bienintencionado y emotividad epidérmica.

    El resultado vuelve a ser un logro de diseño narrativo para entretener limpiando conciencias. La odisea que afronta el protagonista senegalés Samba para buscarse la vida en París sin tener regularizada su estancia podría resonar con fuerza, pero pierde cualquier atisbo de cercanía por culpa del dispositivo glamourizado y formulaico que aplican Nakache y Toledano sobre los giros de guión. Aunque Sy intenta dar profundidad a su personaje a través de gestos y matices, poco puede hacer para contrarrestar la estereotípica construcción de su amigo Wilson –a quien interpreta un sorprendentemente ligero Tahar Rahim– o la previsible dinámica de tensión sexual y enamoramiento que se le plantea con una Charlotte Gainsbourg, excesivamente narcotizada y perdida en su registro –entre abrazar la bufonería del personaje o contenerla–.

    Hay algunos momentos que dejan entrever una película más interesante bajo las capas de masaje amable para el patio de butacas. Por ejemplo, las secuencias filmadas en el centro de ayuda a inmigrantes, que además de usar actores no profesionales alcanzan la medida perfecta entre comedia del absurdo y esas dinámicas laborales que tanto perfeccionó Howard Hawks. O los breves momentos en los que Sy da rienda suelta a su humor físico, como en el montaje slapstick de su paso por un puesto de guarda de seguridad. Quizás con una aproximación menos preocupada por gustar a todos, esta adaptación del libro escrito por la también cineasta Delphine Coulin –directora de la interesante 17 filles (2011)– hubiera podido destacar de algún modo. Pero claro, eso no es lo que aprendieron Nakache y Toledano hace tres años.

    A favor: La cantante Izïa Higelin confirma su madera de actriz y es imposible negar a Omar Sy como aspersor de carisma.

    En contra: Se sufre menos viendo a Charlotte Gainsbourg torturada por Lars von Trier.

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