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    Otel-lo
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Otel-lo

    Un Shakespeare de nuestro tiempo

    por Carlos Losilla

    Algo debe de tener Otelo, la tragedia de William Shakespeare, cuando se muestra tan proclive al experimento cinematográfico. Orson Welles la convirtió en el centro de 'Filming Othello' (1978), su ensayo sobre su propia película de los años 40 y muchas otra cuestiones que giran a su alrededor. Y ahora, pasados muchos años, Hammudi Al-Ramouhn Font la sitúa en el punto de partida de su primer largometraje, otro ejercicio sobre la ficción y la realidad, sobre los teatros de la mente y de qué modo dan forma a un universo cambiante. Quizá los celos del moro de Venecia sean ese relato imposible de una realidad paralela, monstruosa, que se va formando a través de alucinaciones y universos inexistentes que terminan por ahogar aquello que creemos verdadero. Y quizá la versión que él se cuenta a sí mismo de su obsesión por Desdémona sea solo el punto de partida de una reflexión sobre qué es verdad y qué es mentira en el ámbito de nuestros sentimientos y de nuestras vidas.

    Al-Ramouhn Font, partiendo de la dualidad de sus propios orígenes, ha hecho también una película sobre las vidas dobles, sobre la manera en que los engaños del arte pueden manipular los sentimientos. Quizá el punto de partida argumental no sea demasiado original, en este sentido: un director que monta 'Otel.lo' e interpreta el personaje de Yago (el propio cineasta) influirá sobre las derivas amorosas de sus intérpretes, entre ellos una bella pero desconcertada Desdémona (Ann M. Perelló, en su primera película). El problema principal estriba en que Al-Ramouhn Font no llega a transmitir lo que debería ser el punto de máxima tensión de la película –sus propias dudas como director primerizo, pero también como demiurgo del mundo que crea—y su apuesta pierde así un poco de fuerza. El modo en que se enfrenta a los ecos que la ficción que vemos en pantalla despierta en la realidad que se desarrolla fuera de ella es muy evocativo, sin embargo, y en esas resonancias se descubre a un cineasta sensible y atento al matiz.

    Lo mejor de 'Otel.lo' es su visión sintética de la obra de Shakespeare, su manera de concentrarla y comprimirla sin perder nunca de vista las alusiones que contiene, su lado metateatral. En el duelo entre Al-Ramouhn y Perelló, a la vez mental y físico, el poder de la palabra y de los gestos para recrear mentiras se convierte en metáfora perfecta de ese mismo poder del arte. Y la simplicidad de los decorados, el tono sombrío de la imagen, actúan igualmente como canalizadores de una energía que la película malgasta a veces, ay, en una retórica un tanto ensimismada que no la deja avanzar, que se recrea en sus propios mecanismos de funcionamiento y le otorga un tono quizá demasiado artificial. Eso quita fuerza a esta propuesta desigual e irregular, ambiciosa y desmesurada, pero también le da alas: aunque no se haya expresado en su plenitud, he aquí a un cineasta que quizá nos reserve muchas sorpresas para un futuro no demasiado lejano.

    A favor: La combinación de imagen y palabra en una telaraña de sentimientos y espejismos que sobrevuelan un decorado desnudo.

    En contra: A veces no sabe cómo salir de los desafíos que se plantea a sí misma.

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