Qué aburrimiento de película. Aliados intenta ser un drama de espionaje con alma de clásico, pero lo único que consigue es desesperar al espectador. Su ritmo es tan lento que parece no avanzar nunca, y da igual cuánto esperes: no pasa nada. Robert Zemeckis firma una cinta técnicamente impecable, pero vacía, sin emoción ni tensión real.
Brad Pitt y Marion Cotillard, que deberían ser el motor de la historia, no tienen ni una chispa de química. Cada escena entre ellos parece forzada, casi mecánica, y eso hace que el supuesto romance resulte imposible de creer. El guion, además, repite situaciones sin aportar nada nuevo, y su intento de combinar melodrama y suspense se queda a medio camino.
Visualmente la película es bonita, sí —vestuario, fotografía, ambientación—, pero todo eso se siente como un envoltorio elegante para un contenido plano. Zemeckis parece más preocupado por recrear el Hollywood de los años 40 que por emocionar.
Al final, Aliados se convierte en un ejercicio de estilo sin alma. No emociona, no intriga, y acaba siendo tan pulcra como insulsa. Una de esas películas que se olvidan en cuanto aparecen los créditos.