El puente de los espías
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Lourdes L.
Lourdes L.

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3,0
Publicada el 24 de diciembre de 2015
“Hombre firme..., con un plan impaciente”, que no impacienta con firmeza.

El otro día, le oí a Cárdenas comentar en la radio, “Steven Spielberg ¿por qué no vuelve a hacer películas como las de antes?, ¿tipo los Gremlins, los Goonies etc...?”, y no le quito parte de la razón; parece que, este exitoso director, haya pasado de maravilloso inventor de sueños a formal cronista, de exquisito narrador de fantasías fabulosas a serio informador de hechos importantes acontecidos en el mundo..., que es válido saber para nunca olvidar, por supuesto, pero ¡su visión es tan apagada y austera!, ¡neutra y poco fogosa!
Espías en un puente..., nada más oír de ella logra abrirte el apetito, tres colosales nombres -Spielberg, hermanos Coen, Hanks-, magníficos en su oficio se unen para ofrecer una pieza filmográfica que, por adelantado ya supones debe ser buena, potente y merecedora de tu tiempo, más si le añadimos el atractivo de etiqueta “basado en hecho real”, que siempre incita y aviva las intenciones de su consumo.
Porque despierta ganas, curiosidad, estima, ese síndrome natural de ojear y desvelar que esconde; porque hay acontecimientos históricos que cuando los descubres dices ¡ole!, ¡que bueno saberlo!, pero ¿es este el caso?; impresiona, sin duda, merecedora de tu conocimiento lo es, confirmación absoluta, pues es la ganada revelación de un héroe anónimo, hasta este momento, que contribuyó a la historia con su modesto, pero cumplidor trabajo, pero ¿por qué no hay fascinación, asombro y recuerdo duradero de lo visionado?, ¿por qué no sales del cine comentando la gran hazaña presenciada?; porque técnicamente es un magistral portento en cuanto a dirección, escritura de guión, interpretación de gesto y palabra pero, reitero, ¿por qué hay consideración por lo realizado, pero no devoción por lo contado?
Se entiende lo que pasa, ese peligroso, complicado y delicado juego a tres bandas pero ¿emociona?, su negociación ¿hipnotiza?, ¿enlaza con fervor y estrés con el público?, o ¿es oferta grata de escaso impacto?
Tres hechos, separados en poco tiempo y distancia, van a concurrir en partida única de intercambio mutuo, intereses y beneficios para países que niegan estar presentes en el debate, amén de un abogado de seguros que plantea la mejor y más fructífera estratagema pero ¿hay intriga, tensión o nerviosismo en todo el proceso?
Tal vez ese sea el problema de todo el proceso, un oír nombres, ofertas, demandas y acuerdos que no eleva la temperatura ni causa gran preocupación y, sinceramente, un guión escrito por los hermanos Coen crea una expectativas que, en la presente cinta, nunca llegan a cumplirse; el canje sigue su arduo tanteo con los respectivos nombrantes pero, tu interés no está tan activo como debiera debido a un escrito, más pensado para el recitador que para la audiencia que respira su recitado.
Es un hecho curioso de todos contra todos, apostando a una paz donde nadie se fía de nadie, con un valorado Tom Hanks, como veterano abanderado de un peculiar relato de cómo funcionaba la guerra fría, con un meticuloso Steven Spierlberg a la dirección concienzuda de su nueva aportación al mundo sobre un acto apenas conocido, ahora por jamás olvidado.
Trío de historias a las que hay que referirse ligeramente -no tenemos tiempo de sobra-, para unirlas en ese decisivo puente, motivo de toda la contienda, todo con un ambiente digno y loable de la época y su dureza de circunstancias que, con todo, no deja de evocar ese mustio sabor comedido de lo que es correcto y preciso en su visión, pero insustancial y desapasionado en su consumo; una contradicción que lleva a respetarla por el trabajo técnico, su método, estilo, procedimiento y la información contada pero, que queda lejos de ser sentida con sentimiento, ilusión, aliciente y entusiasmo de aquel que observa la transacción.
Descompás que se cobra su precio, ya que “¿Nunca se pone nervioso?”, “¿Ayudaría?”, sí..., pues sería síntoma de una afinidad y sintonización captadas con profundidad y apego, y no esa frialdad de quien escucha con moderación tenue, pero ni sufre ni padece, únicamente espera tranquilo la resolución de un anecdótico conflicto resuelto a tres toques de bola que, al igual que el billar español, es más estimulante y entretenido si eres un participante, que si eres un seguidor de la grada.
“¡Qué bien!, todos me odiarán y yo perderé”, tranquilo, no tanto; se aprecia y respeta tu trabajo, por ahí ninguna pérdida; ¿respecto la crónica narrada?, no se pierde lo que nunca llega a poseerse, ese corazón ausente.

Lo mejor; la curiosidad que comunica y su estilismo narrativo y visual.
Lo peor; un progresivo apagado y distanciamiento, debido a su carencia de alma y sentimiento nutritivo.
Nota 6,3
Rafael C.
Rafael C.

18.374 usuarios 211 críticas Sigue sus publicaciones

3,5
Publicada el 20 de diciembre de 2015
Buena película, con un buen nivel en todo: actores, guión, realización, ambientación. No se trata tampoco de una gran película pero merece la pena verla.
cine
Un visitante
3,5
Publicada el 16 de diciembre de 2015
La película tiene momentos buenos, pero también tiene momentos en el cual llega a aburrir, y hace que la película sea demasiado extensa para llegar a la conclusión.
cine
Un visitante
5,0
Publicada el 12 de diciembre de 2015
Simplemente genial, la fotografía y los decorados lo mejor y Spielberg lo vuelve a hacer, ;)
Juan Carlos G.
Juan Carlos G.

8 usuarios 10 críticas Sigue sus publicaciones

4,0
Publicada el 11 de diciembre de 2015
Que Spielberg es el genio de la lámpara en Cine es algo por todos sabido. No hay historia en la que no ponga sus ojos y aplique sus manos que no sea un éxito. “El puente de los espías” sigue la senda marcada por las anteriores ("Lincoln" (2011), "La lista de Schindler" (1993), "Salvar al soldado Ryan" (1998), "Tiburón" (1975), "La Terminal" (2004), "Parque Jurásico" (1993) , "Atrápame si puedes" (2002) y tantas y tantas otras pertenecientes a los géneros cinematográficos más diversos porque si algo es propio de Spielberg es no ser autor de un único tipo de filmes, sino que como los grandes genios del mundo del arte –¡él lo es con seguridad!- no se adocena o se conforma con lo que domina sino que constantemente está investigando nuevas formas de hacer y por ello se embarca en proyectos muy diferentes entre sí.

En este caso estamos ante una historia basada en hechos reales, pero no ante un documental. No, aquí, aparte del hecho histórico al que se alude: el intercambio por vez primera durante la Guerra Fría de espías en el puente de Glienicke que se haría famoso junto al 'Charlie Point', ambos en Berlín, por ser los pasos utilizados habitualmente en este tipo de intercambios, lo interesante es la manera como su director e intérpretes principales afrontan la historia.

Spielberg hace gala de un manejo espectacular de la càmara con unos planos cortos magistrales como los que inician el film cuando vemos al personaje Rudolf Abel (Mark Rylance) pintando con detalle su propio autorretrato. El plano es excelente pues vemos al hombre real de espaldas y frente a él a su izquierda su reflejo en un espejo del que toma la imagen que plasma en el lienzo que tiene a su derecha. O sea estamos ante una realidad oculta (el hombre de espaldas) que muestra una imagen ficticia (la que se ve en el espejo) y una interpretación de esta ficción (la imagen que fija en el cuadro). Este primer plano ya es toda una declaración de intenciones de su director: Señores, esto es una historia de fingimientos, de realidades que no son tales, una historia de espías.

Esta duplicidad también la utiliza en otros momentos como cuando quiere significar el inmenso poder que en nuestras sociedades democráticas tiene la prensa y para ello nos presenta la sencilla imagen del hombre real, el abogado James Donovan (Tom Hanks), viajando por Brooklyn en tranvía y al resto de pasajeros observándole al tiempo que contemplan su imagen aparecida en el periódico del día que leen en el vagón. O cuando en el Berlín oriental el personaje de Tom Hanks mira por la ventanilla del vagón el intento de salto del muro de un grupo de jóvenes que cae acribillado por las ráfagas de metralleta de los soldados comunistas: la realidad, en este caso está fuera del tranvía; en el interior viaja un hombre que finge ser otro que no es. También es muestra de esta dualidad en la que se mueve todo el film, el momento en que el abogado Donovan, spoiler: resuelto el encargo, desenvuelve en el avión en que regresa a USA el lienzo que Rudolf Abel le ha hecho llegar y que no es otra cosa que un retrato del abogado metido a negociador que unas secuencias más tarde le vemos llegar a su casa con el regalo de mermelada inglesa que su esposa le pidió que trajera de la ciudad de Londres donde supuestamente había estado en viaje de negocios. Mientras ella comprueba que la mermelada es del súper de la esquina de su mismo barrio por televisión se da noticia de la hazaña realizada por el amantísimo padre y esposo que, desfallecido, duerme como un tronco en el dormitorio, ajeno a la sorpresa que su dualidad ha despertado en su familia.

Unos actores excelentes especialmente Tom Hanks en su doble papel de abogado de los imposibles cuando se hace cargo de la defensa del espía soviético que me ha recordado al Gregory Peck de "Matar a un ruiseñor" por la incomprensión que su defensa de la justicia y de los derechos humanos surge a su alrededor, incluyendo a su propia familia, y en el de negociador astuto, calculador e implacable que se juega el tipo ante los soviéticos. También Mark Rylance compone un espía soviético magnífico que ae hace querer por el espectado pues hay en él un interesante sentido del humor y una gran humanidad.

La fotografía merece destacarse por su nitidez y perfección aunque quizás caiga en lo trillado y alimente el tópico de tonos azulados y grisáceos para las localizaciones comunistas, dejando los alegres y coloristas para las escenas que transcurren en Estados Unidos.
La puesta en escena con una cuidada caracterización vintage años 50-60 es perfecta. Es interesante echar un vistazo al mobiliario de formica y acero tubular que invade todas las casas.

Del guión subrayaría algunos sutiles momentos de toque humorístico propios de las películas de los hermanos Coen. En especial destacaré el estoicismo que muestra el espía Abel quien ante la constante pregunta de su abogado admirado por su imperturbabilidad responde con un "¿Serviría para algo?" que esconde una profunda verdad, cierto es, pero muy difícil de sobrellevar. También hay un toque de humor, algo negro por cierto, cuando el joven piloto Gary Powers (Austin Stowell) pregunta a su instructor de la CIA, que les habla de la necesidad de destruir el sofisticado avión si son descubiertos, qué hacer con el piloto.
La presentación de la manera de obrar frente a los capturados por unos y otros sistemas es también característica y tópica: cálida y amable en América (aunque aquí también Spielberg deja aparecer a unos cuantos energúmenos anticomunistas); fría, cruel y en espacios destartalados donde habitan unas gentes tristes y atemorizadas en la Alemania comunista. Si bien tengo que reconocer que los nuevos tiempos políticos que ahora vivimos se notan y la crítica hacia los rusos (en el film para el abogado Donovan, como sucedía en muchos de los países occidentales, no hay distintos países comunistas, para él todos son rusos) está muy suavizada en comparación con las películas que se hicieron durante la Guerra Fría
Rafael Coronado Navarro
Rafael Coronado Navarro

25 usuarios 20 críticas Sigue sus publicaciones

5,0
Publicada el 10 de diciembre de 2015
Para mí, una nueva OBRA MAESTRA del maestro Spielberg, excelente en todo, interpretación, fotografía, puesta en escena, etc. etc. Me dio pena que acabara y me quedé con ganas de volver a verla ya mismo.
Jesus G.
Jesus G.

117 usuarios 37 críticas Sigue sus publicaciones

4,0
Publicada el 8 de diciembre de 2015
Que Steven Spielberg trabaja como un artesano no es ya ningún secreto. La ambientación invita a pensar, desde la primera escena, que estamos ante un clásico instantáneo. Y es que el cuidado y el cariño que transmite cada fotograma demuestra, una vez más, que determinadas personas nacieron para hacer cine: los hermanos Coen, que ayudan a pulir un guión muy sólido, riéndose de lo absurdo que resulta en ocasiones la burocracia; Thomas Newman, que nos regala una música deliciosa; Tom Hanks, que es un actor rebosante de talento, de los que te vencen con la expresión de su rostro; y Mark Rylance, capaz de demostrar que un leal espía soviético puede ser también una persona entrañable.

La narración de Spielberg es la de las grandes historias, aquellas protagonizadas por hombres buenos que luchan firmemente contra toda clase de adversidades. Y quizás, el tropiezo más señalado de “El Puente de los Espías” sea precisamente ese, el obviar una escala de grises que ayude a dibujar bandos y personajes con una gama más amplia de matices y más en un conflicto como el de la Guerra Fría, donde intervienen Americanos, Soviéticos, Alemanes Federales y Democráticos, etc.

Pero, ¿no pasa en la historia como en el cine, que de vez en cuando aparecen hombres extraordinarios? Puede que el relato ahonde poco en los conflictos políticos y sus consecuencias sociales, pero Spielberg, como ocurriese en otras obras suyas como “Munich” (2005) o “La Lista de Schindler” (1993), trabaja desde la perspectiva de un solo hombre, un abogado en este caso, que se mantiene incorruptible e inquebrantable, (“Stoikiy muzhik” como dirían los soviéticos) y que al final, lo único que quiere es hacer bien su trabajo, volver a casa y tumbarse en la cama.

Yo soy firme defensor del realismo cinematográfico, y de que, si el desenlace de una historia tiene que ser gris, o incluso negro, que así sea, seguramente acabe despertando en mí más cosas que cualquier otro final complaciente. Sin embargo, he podido comprobar la aparición de un grupo de detractores del “final feliz”, un grupo de críticos llenos de cinismo, que no tienen complejos a la hora de despellejar una película simplemente por el “buen-rollismo” que ésta transmite. Y las cosas tampoco deberían ser así. No todo el cine va a convertirse en drama, thriller y comedia negra (por mucho que a mí me gusten estos géneros) porque para eso ya está la vida real, con sus políticos y sus Cheryshevs. A la vista está que los grandes directores, cuando tienen una buena historia que narrar, como ocurre con Ridley Scott y su peli “The Martian” (2015), consiguen abstraerte de todo lo que te rodea, zambulléndote de lleno en la historia que te están contando a través de su positivismo.

El cine que concibe Spielberg, ya sea del género que sea (los domina todos) es un cine puro e inocente, que contiene historias maravillosas, con héroes increíbles y villanos cruelísimos. A veces se nos olvida que salir del cine con una sonrisa es sumamente necesario, aunque en el fondo sepamos que los buenos no fueron tan buenos, ni los malos tan malos. Cineastas como Spielberg están ahí para recordárnoslo.
cine
Un visitante
1,5
Publicada el 8 de diciembre de 2015
Para mí fue lenta y aburrida en algunos momentos. No te llevas ninguna sorpresa durante la historia.
castorcillo7
castorcillo7

33 usuarios 26 críticas Sigue sus publicaciones

4,5
Publicada el 7 de diciembre de 2015
Muy buena! Una trama muy interesante que te hace estar Atento a todo!! Tom Hanks está brillante! Hace que la película sea más amena aún con toda la tensión que lleva detrás! Muy recomendable
cine
Un visitante
4,0
Publicada el 6 de diciembre de 2015
Muy buena película, la atmósfera que crea es perfecta y puedes sumergirte perfectamente en la historia, contada desde un punto de vista bastante humanitario, finalmente acabas viendo a los espías como meros instrumentos de sus poderosos y fríos gobiernos, deseas que terminen bien, la secuencia final fantástica.
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