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    Remember
    Críticas
    3,5
    Buena
    Remember

    Tras las huellas del pasado

    por Carlos Losilla

    Las tres últimas películas de Atom Egoyan forman una curiosa trilogía. No estamos ante el cineasta arriesgado y escurridizo de Family Viewing o Speaking Parts, de El liquidador o Exótica, ni siquiera de El dulce porvenir o El viaje de Felicia, pero resulta indudable que la trilogía formada por Condenados, Cautivos y Remember sabe a qué está jugando. En la gloriosa tradición de otros autores de pura cepa introducidos subrepticiamente en el cine comercial, Egoyan construye tres thrillers en apariencia lineales y romos, tres intrigas que podrían parecer inanes e inofensivas, pero que en el fondo ocultan densas zonas de sombra, como si el universo pegajoso y oscuro del cineasta se dignara a materializarse intermitentemente en ficciones más bien convencionales. En este sentido, Remember no es ni mejor ni peor que las dos películas anteriores de Egoyan, pero quizá depura las intenciones de todas ellas y las reconvierte en una trama cristalina y transparente, un viaje al vacío que se va haciendo más y más abstracto a medida que avanza.

    Como en muchas de las ficciones del canadiense, estamos ante un personaje que ni siquiera tiene una vida que vivir, que asume una determinada tarea como si fuera lo único que posee. Y si en El liquidador se trataba de un agente de seguros inmiscuido a tal punto en las existencias ajenas que acababa perdiendo su propia identidad -como le ocurría a la comunidad paralizada por el secuestro de unos niños en Condenados, o a aquella otra fracturada por la desaparición de uno de sus miembros más vulnerables en Cautivos- aquí es un anciano judío residente en un geriátrico quien se lanza al mundo exterior con un solo objetivo: localizar y matar al gerifalte nazi que asesinó a su familia en Auschwitz. Consumido por una voraz demencia senil, pierde la memoria con frecuencia, confunde tiempos y espacios, a veces cree vivir aún con su mujer muerta. Y así se convierte en un vengador ciego, una especie de némesis indiferente que visita a sus probables víctimas sin saber mucho de ellas, instigado por un misterioso colega de su residencia que parece manejarlo a distancia, como un demiurgo implacable.

    Egoyan dibuja este itinerario con sombría decisión, examinando con curiosidad los vericuetos existenciales por los que se mueve el protagonista -incorporado por Christopher Plummer con indecisión conmovedora--, todo ello como si se tratara de un cuento de Borges. Y hay alguna que otra escena memorable, como aquella en la que el anciano se enfrenta a un policía alcohólico y violento, a su vez el hijo de un nazi convicto y confeso que podría ser el asesino buscado, un fragmento en sí mismo ambiguo e inquietante. Pero todo resulta demasiado esquelético, de manera que las convenciones del género acaban ganándole la partida a las resonancias metafísicas y el resultado pierde espesor, se queda en un cuento macabro y pesimista cuando podría haber adquirido matices mucho más complejos. Sea como fuere, Egoyan también sigue buscando, como sus criaturas, y de ninguna manera debe verse como el autor vencido por la industria que parece ser.

    A favor: Una trama desnuda y estilizada, apenas hora y media de metraje para una turbadora fábula sobre la identidad perdida y jamás reencontrada.

    En contra: Que todo eso no sea aún más. El tema de la memoria, por ejemplo, apenas queda esbozado.

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