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    Final Portrait. El arte de la amistad
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Final Portrait. El arte de la amistad

    Retrato cinematográfico

    por Israel Paredes

    Una de las principales virtudes de El arte de la amistad, quinto largometraje de su director, Stanley Tucci, se encuentra en su concreción narrativa, máxime en un presente en el que asistimos, en general, a metrajes desmedidos y desnortados. A partir del libro del escritor y crítico de arte James Lord (Armie Hammer en la película), Tucci escribe un guion que se centra, como el libro, en la experiencia de Lord en París en el año 1964, cuando tras entrevistar al pintor y escultor suizo Alberto Giacometti (Geoffrey Rush), éste invitó a Lord a posar para él de cara a realizar un retrato en lienzo que debería haberle llevado unos pocos días y que, finalmente, se extendió durante algunas semanas. El resultado final fue uno de los retratos más reconocidos de Giacometti y un punto y aparte en su creación, la culminación de algunas de sus constantes artísticas.

    Tucci toma el libro de Lord como punto de partida y para centrar el punto de vista, adecuado a la mirada de un personaje que asiste al trabajo del artista así como a su realidad, tan estrafalaria como intensa, impostada en ocasiones, genial en otras. Evita caer en los términos del biopic más al uso y compone una película que se erige, en cierta manera, como una traslación del trabajo retratista de Giacometti a la pantalla, esto es, El arte de la amistad puede verse en cierta manera como un intento de realizar un retrato pictórico en pantalla. Cuando arranca la primera sesión entre pintor y retratado, Tucci combina planos del lienzo con el rostro de Lord no tanto, o no solo, para dar habida cuenta del proceso creativo, también para marcar que para realizar un buen retrato a través de un conjunto uniformado que proyecte la personalidad del retratado es necesario atender a cada parte, a cada detalle. Algo que Tucci intenta con Giacometti en su película atendiendo al momento preciso en que se desarrolla la historia.

    Tucci arranca El arte de la amistad con la voz en off de Lord informando sobre la invitación de Giacometti para realizar el retrato; y termina del mismo modo, anunciando en esta ocasión de manera breve lo que pasó después de su regreso a Estados Unidos una vez finalizadas las sesiones. Comienza de manera directa y termina de la misma manera, marcando de manera muy clara esa concreción a la que hacíamos referencia más arriba. Tucci está interesado en ese momento, en esa relación, y se extiende en ella marcando los días que pasan y la zozobra artística y vital de un hombre consagrado internacionalmente, mediante un acercamiento a Giacometti nada condescendiente, pero sí muy humano, dado que, mirada de Lord mediante, construye un personaje ambivalente y al que no siempre se le comprende en sus actos. La interpretación de Rush es muy certera al respecto, aunque no pueda evitar en determinados momentos poner de relieve su carácter de composición de un personaje, algo que quizá le resta potencia en algunos pasajes. Pero ayuda a las intenciones de Tucci de realizar ese retrato a base de detalles precisos, de partes de una vida que van desde sus dudas artísticas a su convulsa relación con su mujer, Annette (Sylvie Testud), pasando por la que mantiene con Lord o su hermano Diego (Tony Shalhoub) y terminado con Caroline (Clémence Poésy), prostituta que posa para él y mantiene a flote una evidente decadencia masculina. La idea es ampliar el rostro de Giacometti a ojos de Lord, quien descubre al genio pero también a la compleja persona detrás de él.

    A pesar de puntuales salidas a espacios parisinos urbanos, El arte de la amistad es esencialmente una película de interiores, algo que dota a las imágenes de Tucci de unos ciertos contornos teatrales que no siempre consigue evitar mediante la puesta en escena, aunque lo intenta con un trabajo constante de cambios de ángulos y el juego de encuadres y movimientos de cámara, a veces muy estáticos, en otras ocasiones usando la cámara en mano para dotar de nerviosismo al encuadre. Por otro lado, y gracias también al trabajo de fotografía de Danny Cohen, introduce unas tonalidades grises que presiden toda la película, y, sobre todo, el estudio de Giacometti, y que introducen en las imágenes elementos estéticos del artista suizo, algo que enfatiza esa idea de realizar un retrato cinematográfico.

    Todo lo anterior hace de El arte de la amistad una película muy interesante y sugerente que, quizá, adolece de contención y falta de nervio, por una excesiva frialdad y distancia que, aunque se agradece y se comprende –al final y al cabo la mirada que narra la historia es la de Lord, un hombre frío y distante-, acaba confiriendo al conjunto de cierta rigidez formal y narrativa. Una corrección absoluta que puede acabar abrumando, pero que sirve, en cualquier caso, para dar forma a un acercamiento muy humano y reflexivo sobre la creación artística a la par que sobre el lado más humano y, por tanto, contradictorio, de Giacometti. 

    A favor: Rush y Hammer, la fotografía y el diseño de producción, y su concreción narrativa y estructural. 

    En contra: La repetición de situaciones y de espacios puede acabar sacando al espectador de la película. El personaje de Caroline y su relación con Gicometti, no del todo bien desarrollada. 

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