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    Elisa y Marcela
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    cine
    Un visitante
    4,0
    Publicada el 19 de marzo de 2020
    Este es mi segundo film de Coixet después de Things I never told you. Y al igual que esta, que fue una de mis de mis primeras películas de cine independiente en conquistarme, no fue la excepción este segundo producto de Coixet.

    En época donde la anormalidad aún se juzga en los parámetros de lo natural –aunque este sea sólo uno de los ámbitos para determinar la esencia de algo– nos recuerda un ámbito propio y humano de nuestro devenir, lo no natural, lo discursivo: al fin de cuentas, lo verdaderamente humano. La directora explora y denuncia no sólo la homosexualidad, sino temas como el machismo dentro del hogar, la estructura y elección de la familia, la libertad y lucha por la afirmación del sí mismo, el rechazo que ejerce la tradición (aun cuando quien las apoya –y no es un dato menor ni aleatorio– es una pareja heterosexual), la religión y su función de límite (sin omitir esa bella referencia de las rocas golpeando a Elisa en el bosque, recordando a la Magdalena en el evangelio de San Juan 8: 1 - 7), una exploración acerca de lo erótico (como aquellas escenas del pulpo y la leche).

    Así mismo, el formato a blanco y negro fue una buena decisión (así como lo fue en Cold War), algunas tomas son bellísimas (como aquella en el río que la cámara se funde y hunde con el agua). Los momentos en que la cámara se va reduciendo y enfocando a una específica toma mientras la demás parte del recuadro va haciéndose negra, aparece en momentos coyunturales y que, por consiguiente, es casi un derrotero existencial de las protagonistas y de la historia.

    Un guion por momentos soso y predecible. También una buena ambientación musical.

    Por la líneas generales, una muy buena película. Aunque durante todo el film, sentí que le faltaba algo.

    Finalmente... una increíblemente bella Natalia de Molina. Aunque como leía en otro comentario a la película, quizá los papeles se pudieron haber invertido. Siendo de Molina, Marcela; y, Greta Fernández, Elisa. En cuyo caso, en la nueva faceta de hombre por mantener su relación, pudo haber sido mucho más creíble en la personificación de Fernández. No obstante, no cabe descartar la posibilidad que, premeditadamente, esa fuera la intención de la directora.
    cine
    Un visitante
    5,0
    Publicada el 8 de octubre de 2019
    Después de leer varias críticas, no demasiado amables, sobre la película Elisa y Marcela dirigida por la directora Isabel Coixet y protagonizada por las actrices Natalia de Molina y Greta Fernández, me pregunto qué más quieren. Quizá algunos querían ver de manera más explicita la violencia que seguramente vivieron ambas mujeres en su día a día, que la represión fuera más evidente en su primer encuentro sexual después de tanto tiempo esperado, pero ¿Acaso esa espera no es un acto lo suficientemente doloroso y violento? Quizá algunos querían ver las dificultades de su travesía, de su elección personal de una manera más llamativa, con más golpes, más insultos, mayor rechazo social, pero ¿Acaso las miradas fijas y juiciosas del resto no son lo suficientemente dolorosas y violentas?
    A mi particularmente me gusta enredarme en las historias, encarnarme con ellas, por eso yo me pregunto, ¿Siempre es necesario ver todo de manera explícita para poder sentir el dolor del otro? Quizá el error este en creer que cuanto más vemos más sentimos. Pero yo lanzo un canto a favor de los huecos, de los silencios y las miradas, del vacío aterrador pero imprescindible para sentir la vida, de la espera eterna pero dulce, como un refugio donde las palabras de amor, de deseo, de todo esto mencionado que nos expresan Elisa y Marcela a lo largo de la película, donde su torpe y bella inocencia, crean infinitos hilos poéticos que van más allá del acto violento, porque quizá esta historia trate de eso, de querer brindarle un espacio al amor, al de ellas, como un símbolo de supervivencia que subsiste y resiste a pesar de las feroces garras invisibles de la moral.
    No necesito ver más violencia, más rechazo, más represión, más de todo aquello que siento que muchas críticas reclaman. Porque nunca se fue, ahí está, invisible, poderosa y desgarradora violencia en cada fotograma. Pero ellas, las protagonistas, espectaculares por cierto, a través de la palabra y su mirada, de la piel y sus besos, y junto con Isabel Coixet en su hermosa y poderosa narración poética y también maravillosa fotografía que no necesita ser expresada con molestas palabras, nos muestra, que cuando el amor entre dos personas que se eligen y aman su encuentro, allí entre esas cuatro paredes, los cuerpos no son extraños sino dignos de ser amados, donde los elementos del mar que introduce en las escenas, son bajo mi punto de vista la representación pura de la vida y la muerte, donde ambas mujeres se fusionan con la naturaleza más fértil y al mismo tiempo más efímera y bella, como el amor mismo, un amor que a pesar de las contingencias, juega y se permite transgredir.
    Gracias por esta obra poética, gracias porque a pesar de que esta historia sucedió hace más de un siglo, Elisa y Marcela son la representación de un amor que no entiende de tiempo.
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