Mi cuenta
    Otra ronda
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Otra ronda

    Borrachera de buen rollo

    por SensaCinero Del Mes

    Santiago Gimeno

    El guionista y director Thomas Vinterberg (SubmarinoLejos del mundanal ruido) y el siempre notable Mads Mikkelsen (HannibalDoctor Strange) vuelven a coincidir una vez más en Druk (Another Round)un drama aunque con muchas dosis de comedia, tras su colaboración en la nominada al Oscar La caza (2012).

    Vinterberg, que firma el guion con Tobias Lindholm (BorgenSecuestro), narra en Another Round la crisis de madurez de cuatro amigos que se dedican profesionalmente a la enseñanza. Martin (Mads Mikkelsen) es maestro de Historia y Tommy (Thomas Bo LarsenCelebración), Peter (Lars RantheDirch) y Nikolaj (Magnus MillangDanish Dynamite) hacen lo propio con las asignaturas de Gimnasia, Música y Psicología, respectivamente. El filme subraya al principio una frase del filósofo existencialista Søren Kierkegaard y, en el fondo, aunque bañada con litros y litros de alcohol, examina y plantea la transitoriedad de conceptos como la belleza y la juventud.

    Aburrido en su puesto de profesor y cada vez más distanciado de su familia, Martin decide poner a prueba con sus colegas -una suerte de Full Monty danés sin estriptis de por medio- una teoría del filósofo y psiquiatra noruego Finn Skårderud. Este sostenía que el hombre tiene un déficit del 0,05% de alcohol en sangre y que beber para ajustar ese déficit, y mantenerlo durante todo el día, es bueno y aconsejable para disipar nuestros problemas, aumentar nuestra creatividad y tener más confianza en nosotros mismos. Así que todos empiezan a beber en horario laboral y registran los resultados como si de un experimento científico para ser publicado se tratara.

    Pese a una premisa somera y un tanto fantasiosa, Otra Ronda funciona excelentemente gracias a su cuarteto protagonista. Corren vasos y vasos de champán, vodka, absenta y demás bebidas espirituosas y Vinterberg, asiendo con firmeza el tono, refleja a la perfección en pantalla los efectos inmediatos que produce el alcohol en el organismo. Al menos en sus primeros compases, los beodos educadores se muestran más desinhibidos, sociables, eufóricos y relajados. E incluso emulan al escritor Ernest Hemingway, que no tomaba un trago pasadas las ocho de la tarde para trabajar con eficacia al día siguiente.

    Las clases de Martin vuelven a atrapar la atención del alumnado, Peter saca lo mejor de su coro entre sorbo y sorbo de tapadillo y Tommy devuelve la confianza a uno de sus pequeños discípulos de fútbol, Gafitas, que es un robaescenas absoluto. Pero la cuadrilla, achispada por tanto entusiasmo y ardor etílico, se encamina muy pronto más allá de las ideas de Skårderud y sobrepasa el consumo ‘permitido’ con previsibles consecuencias.

    Con un estilo bastante austero -recordemos que Vinterberg es, junto a Lars von Trier, iniciador del movimiento Dogma 95-, creo que al cineasta danés no le interesaba tanto hacer hincapié en un mensaje admonitorio como delimitar los márgenes de los excesos y la responsabilidad en la vida adulta.

    Hay quien pensará que el largo derrapa en su fase melodramática, pero su estructura y hasta el abundante alcohol se ejecutan como metáforas de los inevitables fracasos inherentes a la vida de cualquier ser humano. El público conservador y corto de miras tachará esta segunda película del tándem Vinterberg-Mikkelsen como frívola y peligrosa para los más jóvenes. Pero si la tomas por lo que es y la juzgas con contención, puede que salgas de verla con ganas de tomarte esos dos vinos de los que hablaba Skårderud. Siempre con moderación, claro. Además, ver al actor de Polar y Casino Royale bailando jazz es el mejor de los finales posibles.

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