La vida de Chuck
Críticas
4,5
Imprescindible
La vida de Chuck

El mundo jamás será tan bello como cuando se acabe

por Andrea Zamora

Primero empezó a fallar internet. Luego la televisión dejó de emitir. Los huracanes y terremotos provocaron el caos. La luz fue lo último en desaparecer antes de que lo hicieran las estrellas, que abandonaron el firmamento igual que desaparecen las gotas de agua en una superficie plana sobre la que se desliza un paño. Qué paradoja: el cielo más hermoso de todos es el del fin del mundo. Allí, bajo el inmenso manto celestial del miedo, hay dos personas que se dan la mano. No saben qué demonios está ocurriendo y por qué hay que dar las gracias a un tal Chuck, pero no quieren estar solos. Así que estas dos personas, que alguna vez fueron pareja, se dan la mano. Justo cuando uno de ellos va a decir un te quiero, el mundo desaparece. Fundido a negro. La nada. El vacío.

No es en realidad el mundo lo que ha muerto, sino una persona y, con ella, el universo que había en su cabeza. La vida de Chuck es inmensa y una película hermosa que celebra la vida. Y lo hace como un filme tremendamente luminoso que rebosa simpatía y amabilidad . El director Mike Flanagan firma así una de las mejores películas fantásticas del año. La vida de Chuck es una joya de esas que te transforman: cuando terminas de verla estás mejor que cuando empezaste.

La vida de Chuck, adaptación de la novela homónima de Stephen King, tiene como protagonista a Chuck, un hombre corriente que marcó la vida de algunas personas. Contada a través de tres partes, tres capítulos de su vida, la historia comienza por el final y termina por el principio. Flanagan, que se ha hecho un nombre dentro del género de terror con series como La maldición de Hill House (2018) y Misa de Medianoche (2021), demuestra que también es capaz de pintar con otros colores: unos más brillantes. La primera y tercera parte del filme están, en ocasiones y solo a pellizcos, más cerca de sus trabajos en el terror, pero es la segunda la que está llena de destellos, de esos tan luminosos que cuesta mantener los ojos abiertos y que son pura electricidad y energía.

Un tarro de felicidad

Tom Hiddleston como Chuck en 'La vida de Chuck' Neon
Tom Hiddleston como Chuck en 'La vida de Chuck'

Es difícil hablar de La vida de Chuck porque es una experiencia tan única que hay una obligación inherente y no escrita por no contar demasiado. Lo nuevo de Flanagan, con un Tom Hiddleston que parece haber nacido para interpretar el papel protagonista, es un descubrimiento tras otro. Se llega tan cargada de emociones al final de la historia que, cuando todo empieza a cobrar sentido, La vida de Chuck se vuelve una experiencia arrolladora, pero imperfecta. Es justo en la tercera parte cuando el filme renquea y parece costarle terminar, pero el fallo de Flanagan es tan mínimo que cuesta buscarle más.

Hiddleston lidera, sí, pero también son interpretaciones esenciales las de Chiwetel Ejiofor y Karen Gillan. Ellos abren el filme y su carisma es necesario para atrapar en un relato que se presenta como extraño e incierto. Luego, al final, entran en juego Mark Hamill y Mia Sara, los abuelos de Chuck. Ella es la bondad que enseña al protagonista a bailar la vida. Él es quien le muestra a la parte más amarga, pero necesaria de lo que supone caminar por la Tierra.

La vida de Chuck atina muy fino con la voz en 'off' que narra los sucesos que van transcurriendo. Las rimas entre imagen y narrador son un juego del que Flanagan sale victorioso. Es su forma de sacar una sonrisa y hacer reír. Las lágrimas y el llanto vendrán, eso es seguro, pero el cineasta no pierde la oportunidad de que todo, siempre que sea conveniente y tenga sentido, se convierta en una fiesta. Flanagan no es moralista y tampoco subraya demasiado el mensaje del filme, ese que dice que hay que disfrutar de cada segundo. En manos de otro director con menos sutileza, La vida de Chuck podría haber terminado siendo una película tosca y torpe.

Dice la voz en 'off' en cierto momento del filme que la anticipación al fin de semana es siempre mejor que el fin de semana en sí. Es verdad, pero no es el caso de lo nuevo de Flanagan: la anticipación por descubrir la vida de Chuck es igual de emocionante que ir descubriéndola. Esta película es un tarro de felicidad condensada en 111 minutos. 

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