Qué bello es vivir
por Sara HerediaQué bonita es la vida vista desde los ojos de los animales. Y qué dura al mismo tiempo. Si nos quitamos de encima el estrés de las tareas diarias, preocupaciones personales y demás dilemas únicamente humanos, lo que queda es la pura misión de vivir. La supervivencia de los animales protagonistas de Flow está amenazada cuando llega una inundación, una tragedia que el director Gints Zilbalodis -que también escribe, produce, edita y compone la música- utiliza para llegar a los sentimientos más profundos de todos los seres vivos del planeta.
En los primeros minutos de Flow vemos un gatito negro vagando por lo que parece un planeta Tierra donde la humanidad se ha extinguido. Se refugia en una vieja casa abandonada, pero pronto se da cuenta de que el nivel del agua está empezado a subir y debe buscar refugio. Comienzan así 84 minutos de lucha por la supervivencia en los que habrá mucha tensión, pero también mucha ternura y un mensaje claro de que la amistad y el trabajo en equipo pueden con todo.
Flow es un ejercicio sobresaliente de creatividad. El director Zilbalodis -en su segundo largometraje después de Away- no necesita ningún diálogo para narrar la historia y desarrollar sus personajes. Las miradas animadas del gato, el perro, el secretario, el lémur y el capibara que conducen la historia son suficientes para encender el corazón de los espectadores. En su casi hora y media de duración nadie dice ni una sola palabra, demostrando así que lo importante no es lo que se dice, sino lo que se hace.
Las primeras escenas de la película recuerdan a un juego independiente de plataformas, en las que el protagonista tiene que ir saltando para ponerse a salvo. Esa sensación desaparece cuando te metes en la historia, pero lo que se mantiene es una tensión constante que se te mete en los huesos. Los movimientos de cámara de 360 grados ayudan a sumergirse en la acción de la historia y es imposible apartar la atención de lo que sucede en pantalla.
El 'making of' de la cinta también es remarcable. Esta co-producción nació en 2019 en estudios repartidos en Letonia, Francia y Bélgica. Se realizó con 3,5 millones de euros recurriendo al software gratuito y de código abierto Blender, lo que le aporta esa estética de videojuego de la que hablábamos. Dotar a Flow de ese estil era precisamente la intención del equipo, pero aportando más detalles a los fondos y estilizando a los personajes. Mimaron cada detalle, dieron a sus animales gestos propios de su especie y utilizaron los elementos naturales para hablar de las tormentas personales de los protagonistas.
Flow es tenso y rudo en su aspecto, pero se compone de numerosas capas que conducen a una ternura dulce y auténtica de la que carecen muchas grandes producciones. No es de extrañar que haya sido aclamada internacionalmente en festivales como Cannes o los Globos de Oro. Es, desde ya, una de las mejores películas del 2025.