Crítica de SensaCine.com para Los primeros amigos: Los "uniformes" de la infancia

Con el apoyo de los hermanos Weinstein en la producción ejecutiva, el ahora consolidado realizador de origen indio M. Night Shyamalan, tras su debut seis años antes con Praying with Anger (1992), dirigía su segunda película, Wide Awake (1998) (nada que ver con el filme homónimo del documentalista Alan Berliner), estrenada en España como Los primeros amigos, un filme situado en la etapa de la infancia, con una mirada excesivamente tibia y edulcorada sobre ese tiempo de "las primeras veces".

Los primeros amigos es narrada en off por su protagonista de diez años, Joshua, un niño de Filadelfia que ha quedado bastante afectado tras la muerte de su abuelo. Joshua hace muchas preguntas a sus mayores, en casa y en el colegio de monjas al que asiste. La visita de un importante cardenal activará una luminosa idea en su cabeza: que el religioso haga de intermediario para saber si su abuelo se encuentra bien. Shyamalan pone en imágenes un guión propio que no logra trascender un tono y perspectiva excesivamente bienintencionados, sin excesivo ingenio en la exposición de temas y concepción de diálogos. El filme contiene algunos segmentos de una simpática ingenuidad, pero en general resulta aburrido y poco interesante. Recuerda a aquel cruce entre infancia, religión y buenas intenciones que efectuara el británico Danny Boyle seis años después en Millones.

A favor: El delirante cruce que representa Rosie O'Donnell interpretando a una monja que utiliza el fútbol americano para colar a sus alumnos metáforas con referente católico.

En contra: Que sea tan bienintencionada no juega a su favor, pues se queda en el terreno de lo insulso y poco significativo. Un machacón y edulcorado acompañamiento musical.