Oliver Rose (Michael Douglas) y Barbara (Kathleen Turner) se han enamorado profundamente tras conocerse en una subasta de arte. Después de un breve noviazgo deciden casarse y compartir sus vidas e incluso tienen hijos.
Barbara y Oliver son la pareja ideal, una pareja modelo, un matrimonio perfecto con una gran vida social… hasta que un día todo se desmorona cuando Barbara se pregunta si podría ser feliz sin Oliver en su vida. Barbara tiene tan clara la idea que decide comenzar con los trámites del divorcio, por lo que se desencadenará en una verdadera lucha de poder, ya que ambos quieren la casa donde viven juntos, por el momento. El abogado que se encarga de su aparatoso divorcio, Gavin D´Amato (Danny De Vito), está “atascado” en medio de todo y quiere ver hasta qué punto están dispuestos a llegar Barbara y Oliver para conservar su casa. Tanto Oliver como Barbara se comportarán, a veces, como auténticos psicópatas enloquecidos para lograr quedarse con la casa.
Dirigida por Danny De Vito, ‘La guerra de los Rose’ es una adaptación de la novela de Warren Adler, que cuenta con el trío protagonista de la taquillera película ‘Tras el corazón verde’.
La Crítica de SensaCine
2,5
Regular
La Guerra de los Rose
¿Casarse para poder divorciarse?
por Covadonga G. Lahera
Entretenida comedia negra de finales de los ochenta donde se desmitifica a ritmo de golpe y porrazo la institución matrimonial y en la que Michael Douglas y Kathleen Turner se tiran literalmente los trastos a la cabeza. Dirige el también actor Danny DeVito, en el que sería su segundo filme para la gran pantalla tras Tira a mamá del tren y otros trabajos previos para la televisión. En esta se reserva además el papel del abogado mediador entre el señor y la señora Rose y realiza un guión que adapta la novela de Warren Adler, de quien diez años después Sidney Pollack adaptara sus Caprichos del destino. La guerra de los Rose cruza por tercera vez las trayectorias de Douglas, Turner y DeVito después de Tras el corazón verde y La joya del Nilo.La película arranca con créditos de Saul Bass, en los que vemos unos ambiguos pliegues blancos sobre los que vamos elucubrando: ¿serán unas impolutas sá