Antihistamínico de conciencia burguesa
por Diana AlbizuLa última película que el británico Anthony Minghella pudo filmar antes de fallecer (murió en 2008 a causa de una hemorragia posterior a una operación de cáncer) buscaba recuperar la escala más modesta de sus inicios en la industria ('Truly Madly Deeply', 1990; 'Un marido para mi mujer', 1993), que poco a poco había ido abandonando al centrarse en dramas románticos de indiscutible aliento épico como 'El paciente inglés' (1996) o 'Cold Mountain' (2003). De esta forma, mantiene el gusto por los repartos corales poblados de caras conocidas (Jude Law, Juliette Binoche, Robin Wright Penn, Martin Freeman, Vera Farmiga) y los romances más grandes que la vida que se mueven a ritmo de cocción lenta y los ambienta en el Londres contemporáneo con personajes modernos, acomodados y socialmente comprometidos.
La forma del director de mirar la realidad que orquesta es similar a la de su protagonista, el arquitecto Will Francis (Law). Pese a que sufre robos continuados en su estudio, cuando descubre que los responsables son unos traceurs adolescentes entra en contacto con la madre de uno de ellos (primorosamente racializado y enfatizado en sus características más adorables, por supuesto) y termina manteniendo un affaire amoroso con ella. A la vez, le queda tiempo para compadecer a una prostituta, también inmigrante, mientras sus ya existentes problemas conyugales y su piso sobreiluminado no se ven afectados. ¿Qué termina desprendiéndose de todo esto? Una idea del diálogo social basada únicamente en el reconocimiento de unos patrones superficiales y asumidos de antemano. El teatro burgués que no desintoxica ni construye, pero lava conciencias y redime pecados.
A favor: El director sabe planificar tomas elegantes y cuenta con un reparto competente.
En contra: Por mucho que lo intente, Juliette Binoche es ontológicamente incapaz dar el pego como madre bosnia superviviente de penurias.