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    Los blancos no la saben meter
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Los blancos no la saben meter

    Egos en la cancha

    por Covadonga G. Lahera

    Sidney (Wesley Snipes) es negro y, también, un charlatán. Billy (Woody Harrelson) es blanco y tiene aspecto de pardillo. Ambos se creen los reyes de la cancha baloncestística. Cuando se conocen, deciden sumar sus fuerzas para ser invencibles, aunque sus respectivos egos serán los principales obstáculos con los que deban lidiar, además de con un par de gángsters que le siguen los talones a Billy por una deuda.

    Es este el planteamiento que llevó Ron Shelton a las pantallas en 1992. El realizador californiano se ha especializado en trasladar al cine historias dramáticas o cómicas donde algún deporte juega un papel protagónico. Así el béisbol en la precedente Los búfalos de Durham o el golf en la posterior Tin Cup. En Los blancos no la saben meter, el baloncesto será el vehículo que les permita a los protagonistas trascender su individualidad para realmente unir sus fuerzas y habilidades en una disciplina en la que, como todo el mundo sabe, es clave saber jugar en equipo. Su trama alcanza una sencilla moraleja, pero sabe mantener con gracia el ritmo narrativo, aunque la hilaridad absurda de algunos momentos no acabe de contagiar: p. ej. Wesley Snipes como tratando de imitar a El príncipe de Bel-Air, con sus ademanes, chulería, verborrea, etc.

    A favor: La presentación de Billy y los tres ancianos cantores. Y, por supuesto, unas cuantas virguerías atléticas en la cancha.

    En contra: Los momentos más histéricos de Snipes y Rosie Perez.

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