Adictos al amor

Para su debut en la dirección, el actor Griffin Dunne eligió una película realmente extraña, Adictos al amor. Bajo la forma de comedia romántica al uso (vía Meg Ryan), Dunne construye, con guion de Robert Gordon, una obra que se aleja en todo lo que puede del modelo del que nace intentando, aunque consiguiéndolo en todo momento menos al final, huir del tono meloso que caracteriza esta clase de propuestas. El resultado es muy curioso y consigue su propósito mediante un planteamiento muy cruel y violento alrededor que busca el situarse en el lado inverso de la tradición de la comedia romántica. Pero cuando se acerca al final, cuando hay que cerrar la película, Dunne cae precisamente en aquello que ha cuestionado anteriormente, malogrando en gran medida sus intenciones. Aun así, Adictos al amor resulta más corrosiva de lo que su apariencia puede dar a entender. Máxime cuando Meg Ryan logra,