Hay series que pasan casi en silencio y, cuando te das cuenta, ya no están. Dare Me es una de esas. La empecé casi por obligación, por esa manía de ver algo antes de que Netflix lo retire, esperando encontrar el motivo de su cancelación. Y lo curioso es que no lo encontré. Al contrario: lo que vi fue una serie sólida, incómoda y bastante más interesante de lo que aparenta.
Bajo la fachada de animadoras, rivalidades y pasillos de instituto, la serie va a otro sitio. Aquí no hay nostalgia ni brillo juvenil. Hay relaciones tóxicas, poder mal entendido, deseo, celos y una violencia emocional que va calando poco a poco. Todo está contado con una oscuridad muy consciente, casi opresiva, que recuerda más al tono de Friday Night Lights pasado por un filtro mucho más turbio que a un drama adolescente al uso.
El reparto funciona sorprendentemente bien. No hay estrellas, pero sí interpretaciones creíbles, contenidas, que hacen que te tomes en serio lo que ocurre. Los diálogos están trabajados, no suenan impostados ni “de serie para jóvenes”, y la música acompaña con personalidad, ayudando a crear esa atmósfera inquietante que se va cerrando sobre los personajes episodio a episodio.
También se nota que hay una mirada clara detrás. La serie sabe lo que quiere contar y no tiene prisa por explicarlo todo. Prefiere sugerir, incomodar y dejar espacios en blanco. Eso puede desconcertar a quien busque giros constantes o respuestas inmediatas, pero es precisamente lo que le da personalidad. No va de escándalo fácil, va de observar cómo se pudre algo por dentro.
Por eso cuesta entender que no tuviera una segunda temporada. No porque cierre todo de forma perfecta, sino porque había material, tono y pulso narrativo suficientes como para seguir. Dare Me no era una serie ruidosa ni diseñada para gustar a todo el mundo, pero sí una de esas propuestas que crecen con el tiempo y que merecían algo más de confianza.
Una serie oscura, bien hecha y más adulta de lo que parece. De las que no gritan para llamar la atención, pero dejan poso cuando se apagan los créditos.