La empecé sin muchas ganas, pero al final me enganchó. La novia tiene ese punto de intriga que te hace decir “venga, uno más” sin darte cuenta. No es una serie de esas que cambian la televisión, pero cumple. Se ve bien, no se hace pesada y tiene momentos que atrapan.
Robin Wright está muy bien. Hace un papel distinto, más seco, más raro, y eso mola porque no parece ella. Olivia Cooke también está genial, tiene una energía que llena la pantalla. Las dos juntas funcionan, se nota que se lo creen.
La historia es retorcida, pero no exagerada. Hay giros, hay tensión, y todo está bien medido. Además, visualmente es una pasada: las casas, la ropa, los silencios… todo tiene un aire elegante, de esos que hacen que hasta el drama parezca bonito.
Lo mejor es que no intenta hacerse la profunda. Tiene su parte oscura, sí, pero también algo de ironía, como si los propios personajes supieran lo locos que están. Eso la hace más divertida y menos predecible.
En resumen, una serie muy entretenida, con ritmo y con dos actrices que se lo comen todo. Robin Wright sorprende, Olivia Cooke brilla, y juntas hacen que La novia se vea con gusto. Sin complicarse, pero bien hecha.