Jim Hawkins es un chico de quince años que ha soñado con viajes y aventuras desde su infancia. El día que un extraño llamado Billy Bones llega a la posada de su madre con un mapa del tesoro, perseguido hasta los dientes por una horda de piratas armados, la vida cotidiana de Jim cambia en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando se organiza una expedición para encontrar el fabuloso "Botín de los Mil Mundos", el joven se embarca como grumete a bordo del RLS Legacy, un galeón intergaláctico en el que conoce a un cyborg que trabaja como cocinero en el navío, que responde al nombre de John Silver y que le ayudará a convertirse en un experto navegante espacial.
Es la premisa de El planeta del Tesoro, una de esas películas desconocidas e injustamente ignoradas por el gran público con la que todos deberíamos ponernos al día con urgencia.
A menudo considerado un período de escasez para los estudios Disney, justo entre la edad de oro de los años 90 que nos brindó algunas de las películas más queridas como La bella y la bestia, Aladdin o El Rey León, entre otras, y el renacimiento iniciado por Enredados a principios de la década de 2010, la década de 2000 ocultó algunas pequeñas joyas, que sería un error olvidar.
Dirigida por Ron Clements y John Musker, el mítico dúo tras Basil, el ratón superdetective, La Sirenita, Aladdin y Hércules, El Planeta del Tesoro vio la luz en el año 2002 como una particular versión de La isla del tesoro, la famosísima novela de aventuras escrita por Robert Louis Stevenson en 1883, pero convertida en una ópera espacial clásica de animación llena de cualidades.
Ambientada en un universo situado entre el 'steampunk' y la 'space opera', donde los barcos ya no dividen las olas sino que vuelan hacia las estrellas, El Planeta del Tesoro podía presumir de una animación de alta calidad y de una magistral banda sonora firmada por el excelente James Newton Howard, pero también de una historia tan emocionante como conmovedora capaz de combinar la más intensa aventura espacial con una tierna historia de amistad: la del joven Jim y el carismático John Silver, capaz de sacar una lágrima a más de uno.
Muchas son las virtudes de El planeta del tesoro, pero cabe destacar el personaje de John Silver, un protagonista complejo, extremadamente entrañable y multifacético como pocas veces hemos visto en otro héroe de los estudios de Disney. Además, el cambio de escenario que la película le ofrece al clásico le va como anillo al dedo y cuenta con un buen puñado de personajes secundarios de lo más entrañables.
Sin embargo, a pesar de que ahora es considerada de culto, El Planeta del Tesoro también es el peor fracaso económico de Disney. El estudio tenía confianza en el proyecto y puso toda la carne en el asador, con un coste que finalmente ascendió a los 140 millones de dólares y que la convertía en la película de animación más cara hasta la fecha. Sin embargo, aunque se esperaba que triunfase en taquilla, terminó siendo un desastre con 110 millones de dólares recaudados en todo el mundo que ni siquiera pudieron cubrir el presupuesto de la película.
No jugó a su favor que su competidora en taquilla fuese la poderosa Harry Potter y la cámara secreta, pero Disney asumió el fracaso y canceló los ambiciosos planes de que El Planeta del Tesoro solo fuese la primera película de una prometedora franquicia. Desafortunadamente, con el tiempo nos hemos olvidado de ella, pero también hemos empezado a reconocer su valor. ¡Y nunca es tarde para verla en Disney+!
