A veces basta ver los primeros minutos de una película para saber que lo que viene será algo bueno. Esto es lo que ocurre con Amanecer de los muertos, la cinta que Zack Snyder estrenó en 2004 y que presentaba una nueva versión del clásico de George A. Romero, el gran maestro de los zombis. Snyder partía de una buena base y su lavado de imagen convirtió a la cinta en una experiencia visual completamente nueva.
Quizás si la descubres ahora no te parezca la reinvención del género que fue, pero a comienzos de los 2000 se presentó como una propuesta diferente al resto de historias de no muertos al mismo tiempo que mantenía pura la esencia de los mejores clásicos. Un ejercicio nada sencillo que le salió muy bien al director de Rebel Moon.
En los primeros minutos de Amanecer de los muertos, Ana (Sarah Polley) llega a casa junto a su pareja después de una jornada de trabajo. Se duchan y se van a dormir juntos como cada día, pero al despertarse son atacados por una niña convertida en bestia que mata al instante a su marido. Ana sale huyendo de la casa para descubrir que todo el barrio se encuentra sumido en el caos. Hay gente corriendo, incendios y sus vecinos se han convertido en monstruos que quieren comérsela viva.
Snyder pone al espectador directamente en mitad de la acción y le advierte de que en la siguiente hora y 40 minutos no va a tener descanso. Una manera espectacular de dar comienzo a la historia y de mantener la atención del público desde el primer fotograma.
Universal Pictures
Después de comenzar su carrera con videoclips y anuncios publicitarios, Zack Snyder se atrevió a dar el salto cinematográfico con Amanecer de los muertos. Si en la versión de Romero la amenaza eran personas no muertas que volvían de sus tumbas, aquí se han transformado en infectados mucho más agresivos, violentos y rápidos. La película se estrenó dos años después de 28 días después, de Danny Boyle, que nos hizo decir de por vida -y por culpa de Enjuto Mojamuto-: "no son zombis, son infectados".
Este cambio en la nueva versión ya fue toda una mejora, a lo que hay que añadir el estilo frenético y los cortes sin descanso que caracteriza al cine de Snyder. El director se libró del ritmo algo más pausado de Romero para llevar al espectador en un viaje que estalla desde el minuto uno prácticamente.
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