Mi cuenta
    Festival de San Sebastián: Entrevista a Fernando Franco, director de 'La herida'

    El cineasta presenta hoy 'La herida' a competición en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

    Esta entrevista tuvo lugar el pasado seis de septiembre en un pequeño cine-bar (sí, eso he dicho) de la calle Olivar en el madrileño barrio de Lavapiés. El mismo día que el Festival de San Sebastián daba a conocer a los miembros del jurado de su edición número 61, entre los que se encuentra, para gran alegría de mi entrevistado, el músico David Byrne. "¡En la vida me imaginé que David Byrne fuera a ver una película mía!". Fernando Franco está de enhorabuena, su debut en el largometraje con La herida ha sido seleccionado por la Zinemaldia para competir con la Concha de Oro, algo del todo inusual para un director novel español.  Él representará en San Sebastián lo mismo que otros años han hecho Isaki Lacuesta,  Javier Rebollo o José María de Orbe, ese cine español  valiente, rasgado y de indudable calidad que parece no existir para los estamentos oficiales: no son cine invisible, pero les falta poco.

    La herida no es una película fácil. Heredera del cine directo, mezcla de drama social y de introspección psicológica de su protagonista –la joven a la que da vida Marian Álvarez posee un trastorno bipolar que la lleva a infligirse autolesiones-, la película recuerda a la primera Palma de Oro que ganaron los hermanos Dardenne, Rosetta. Una sorpresa, si tenemos en cuenta que a Fernando Franco se le conoce principalmente por su trabajo en el cortometraje de carácter más experimental (found footage mediante) y por ser el montador de hits indies nacionales como Blancanieves o No tengas miedo (largometrajes) o como A Story For The Modlins o Voice Over (cortometrajes).

    A los que conozcan tus trabajos previos la película les pillará con el pie cambiado. Poca gente, entre los que me encuentro, se esperaba una película con un tono tan Dardenne.

    Bueno, los hermanos Dardenne son un referente claro. Yo entiendo mi trabajo como director casi como el de un investigador, como alguien que no deja de probar y experimentar cosas. Hasta ahora, en el mundo del corto, he hecho un poco de todo: found footage, ficción normal, cositas más experimentales a nivel narrativo… Cada nuevo proyecto en el que me involucro lo vivo como una forma de aprendizaje, como un desafío. Me interesan los temas subterráneos, no sólo como tales, sino en cómo resultaría su plasmación en el cine. Al fin y al cabo el cine es uno de los mayores codificadores del imaginario colectivo. Nuestras mentes están muy condicionadas por las películas que vemos, por los libros que leemos… Así que me interesa el cómo abordar esos temas subterráneos y convertirlos en algo tangible, en algo real si prefieres. En La herida, por ejemplo, me interesaba retratar la distancia que existe entre la vida pública y la vida privada de la protagonista, que es todo un abismo; pero a la vez quería mostrar que es algo bastante cotidiano, que no es una cosa marginal. Luego está el posicionamiento ético: mi película no pretende sentar cátedra. Es simplemente un retrato de una persona cuya vida está jodida debida a la enfermedad que padece. Yo no tengo la última palabra sobre nada.  A mí me basta con arrojar un poco de luz sobre un problema que existe e igual la gente no acaba de conocer.

    Siendo un director tan versátil, ¿te preocupa que la gente te encasille tras La herida?

    Este era el único proyecto que tenía en mente.  Y el siguiente que tengo entre manos no tiene nada que ver con La herida, más allá de algunas configuraciones sobre la deconstrucción psicológica del personaje principal, que también es femenino, por cierto. La inmensa mayoría de directores se les reconoce enseguida al ver un plano suyo, ya se llamen Ulrich Seidl o John Ford. A mí eso no me interesa tanto como poder dotar a cada proyecto de una entidad propia. Yo soy de los que cree que el proyecto acaba por definir la forma de la película. Y a mí me gusta indagar en distintas texturas, narrativas… Es algo que surge de forma natural con la cinefilia. Me gusta tanto el cine que me resulta imposible quedarme con una sola cosa.

    ¿Es esta la película que querías hacer?

    Sí. Al cien por cien. De hecho, al ciento veinte por ciento.

    Tu personaje principal, omnipresente en la película, no es el prototipo de personaje cómodo.

    Ese era uno de los miedos, probablemente, el principal. Que la gente no empatizara con el protagonista porque, debido a sus picos y valles, pudiera llegar a resultar demasiado antipático para el espectador. Así que traté de ser lo más honesto posible. Simplemente me dediqué a retratar el día a día de Ana con todas sus idas y venidas. De forma que la gente pudiera comprenderla al completo, tanto cuando está bien, como cuando está peor. No queríamos que la gente pensara que la protagonista era una loca y ya está.

    Marián Álvarez está espectacular

    La descubrí en Lo mejor de mí y en algunos cortometrajes. Siempre me pareció muy buena actriz. Ella se involucró mucho en el proyecto, así que fuimos compartiendo distintas versiones del guión, y éste a su vez evolucionaba gracias a dicha simbiosis. Así que cuando llegó el momento ni siquiera quise hacerle una prueba. Me lo jugué todo a su carta; sé que en su momento fue un órdago pero es que la sentía cómplice del proyecto. Lo bueno de Marian es que, además de buena actriz, es una persona muy inteligente. Así que la inundé en documentación sobre el tema: bibliografía, blogs, foros… y luego estuvieron los ensayos, claro: durante mes y medio antes de rodar ensayábamos tres horas al día. Ahí pusimos en pie la película, desde el primero al último plano.

    ¿En qué punto pones el límite entre lo íntimo y lo impúdico?

    La medida de la película es el rostro de Marian. También el cuerpo, claro, pero me interesaba especialmente su rostro. Ya no sólo porque en la mayor parte del metraje la vemos sola, sin diálogos, sino porque al comprobar como su rostro va fluctuando nosotros vamos entendiendo su evolución. La cámara busca cosas concretas (o las evita) en momentos concretos, pero sin buscar el énfasis en ello, todo debía surgir de forma natural. Por eso tratábamos de rodar todo de la misma manera, los momentos buenos y los momentos malos, los actos cotidianos y los actos más violentos. Sin subrayados. Sin exageraciones. Por eso la estructura de la película es la que es, pues trato de dar forma al personaje a través de la misma. De ahí que no me sirviera la estructura clásica que se explica en los manuales de guión; necesitaba una nueva forma que se ajustara a los mecanismos psicológicos que sigue mi protagonista. No es tan bestia como decir que he seguido una estructura "bipolar", pero sí que hay algo de subidas y bajadas. La estructura clásica pervertía la idea. Fíjate, para la documentación me tragué todo lo que pude encontrar sobre trastornos mentales. Y la mayoría eran tv movies o películas B que sólo buscaban lo morboso y, claro, su narrativa era totalmente clásica. Lo que hacía que se produjera un rechazo inmediato hacia la película y el personaje. Tú citabas antes los Dardenne como referencia, pero también lo son todo lo que son referencias para los Dardenne. Como el cine verité. O el cine documental. De hecho La herida durante mucho tiempo iba a ser un documental. Pero al final descubrí que trabajar con personas afectadas por este trastorno era contraproducente. Puesto que sólo por el hecho de estar involucradas en el proyecto su carácter cambiaba, se volvían más agresivos, se tendía a la exageración. Así que, de nuevo, por posicionamiento ético, decidí hacer una ficción.

    ¿De dónde surge tu interés por las enfermedades mentales?

    Digamos que no me interesan mucho los temas normales (risas).

    Por como lo cuentas parece que te interesa más el tema que hacer una película sobre ella…

    ¡No! Qué va. Siempre era una película. Vaya, yo desde siempre he querido hacer cine. Recuerdo ir de pequeño a un cine de verano a ver una película de Charlton Heston y quedar totalmente omnubilado. Fue entonces cuando supe que quería dedicarme a esto. Luego está que, de alguna manera, cine y vida transcurren en paralelo. Y tú quieres trasladar tus apetencias vitales a aquello que haces. Así que como lo que yo hago son películas, es ahí donde trasladó mis intereses y mis necesidades.

    ¿Dirías que todo esto habría sido posible sin Blancanieves?

    Tengo  muy separado en mi cabeza lo que es montar con lo que es dirigir. Como montador creo que hacer Blancanieves me ha ayudado mucho, claro, tuvo mucha repercusión. Se habló mucho en la prensa, me nominaron al Goya, al Gaudí, etc… Pero al margen del titular "Del montador de Blancanieves", tampoco ha sido tanto. Vamos, a nivel de financiación de La herida, por ejemplo, no ha ayudado nada. Así que no sé hasta qué punto es importante o no.

    Alejandro G.Calvo

    FBwhatsapp facebook Tweet
    Comentarios
    Back to Top