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    San Sebastián 2016: La orgía de tiros de ‘Los siete magníficos’, lo mejor del primer día

    Antoine Fuqua no decepciona y entrega –fuera de competición- un violento western a mayor gloria de Akira Kurosawa y John Sturges. La película inaugural fue ‘La doctora Brest’ de Emmanuelle Bercot.

    “Mi película está más cerca de la de John Sturges que de la de Akira Kurosawa” me contaba Antoine Fuqua hace unos meses, al parecer, sin darse cuenta de que, en realidad, de la película que más cerca estaba era 13 asesinos (2010) de Takashi Miike. Sobre el papel, la conexión entre el director de Training Day (2001) y el de Ichi, The Killer (2001), igual no está tan clara, más allá del regusto casi cachondo con el que en ocasiones ambos se acercan a la ultraviolencia. Miike es un director expansivo, caótico (a veces para bien, otras no tanto) e irrefrenable, más pendiente de las partes que del conjunto completo, y cuya obra se resiente tanto del grado de inspiración que posea en ese momento como del modelo genérico y estético que trate de abordar (normal que él necesite el doble de samuráis para recrear la historia de los magníficos). Fuqua, por el contrario, es un tipo serio. Su obra se cimenta sobre la vertiente genérica más roma, un puñado de ideas básicas y nada de tonterías, y todo ello bañado por un clasicismo que bebería tanto de Sam Peckinpah como de John Frankenheimer. Pero tanto Los siete magníficos (2016) como 13 asesinos sí comparten una mirada similar sobre la dramaturgia de la obra pretérita: no se trata tanto de asentar un corpus trágico sobre el que desarrollar la narración, como de que dicho germen argumental sea la excusa perfecta para hacer una película cargada de acción y situaciones límites.

    Normal que en la versión 4.0 de Fuqua de Los siete samuráis (1954) no haya mucho tiempo ni para presentaciones ni para desarrollo de personajes. Los cowboys (y el indio) llegan, se saludan, algunos muestran su habilidad con las armas, y se unen al wild bunch sin pensárselo demasiado. No vaya a ser que con tanta palabrería haya luego poco espacio para el festín de tiros que nos espera. En media hora ya está corriendo la sangre por las calles del pueblucho de cuatro casas que deben arrebatar al villano de turno con la cara de Peter Sarsgaard. Los pistoleros de Fuqua molan tanto como los Vengadores de Whedon –normal que ficharan a Chris Pratt para sobrellevar la carga cómica; aunque el que lo vuelve a partir es Vincent D’Onofrio en otro rol de extrema extrañeza-, un team entregado al abismo que sabe dotar de un estilo irrefrenable a cada gesto épico presente en la pantalla. Fuqua rebaja el gore presente en la anterior The Equalizer (2014) –que inauguró San Sebastián hace una par de años- para otorgar una mirada algo más clásica a la gesta de los cowboys protectores. No engañaremos a nadie si decimos que, obviamente, no estamos en la línea de Anthony Mann o Howard Hawks –sólo con la camaradería de los protagonistas no basta, aunque la amistad entre el personaje de Ethan Hawke y el de Byung Hun-Lee sea la verdadera historia de amor de la cinta- y sí en la de Arma joven (1988) o El tren de las 3:10 (2007). Es inevitable que los westerns contemporáneos sean de todo menos westerns, pero qué carajo, a mí mientras me den películas tan divertidas, estimulantes y violentas como Los siete magníficos, firmo dónde sea.

    Alejandro G.Calvo

    La doctora de Brest, un David y Goliat con excesos

    También en la Sección Oficial, y además inaugurando la 64ª edición de este Zinemaldia -la segunda vez que lo hace un largometraje dirigido por una mujer-, hemos visto la francesa La doctora de Brest de Emmanuelle Bercot (La cabeza altaEl viaje de Bettie). El filme, que llegará a las salas españolas en noviembre, narra el clásico -y a veces trillado- relato de David y Goliat -a bote pronto, por ejemplo, recordamos la franco-india Tigers de Danis Tanovic-, esta vez con la historia real de la neumóloga gala Irène Frachon y su libro Mediator 150 mg, Combien de morts? como fuentes de inspiración.

    Frachon -interpretada con intensidad por la actriz danesa Sidse Babett Knudsen (Borgen, El juez)-, neumóloga de Brest, en la región de Bretaña, denunció que Servier, un gigante de la industria farmacéutica europea, provocó terribles efectos secundarios y hasta la muerte a pacientes que consumieron uno de sus medicamentos, el Mediator. Este, indicado para diabéticos con sobrepeso, produjo daños mortales en las válvulas cardiacas y patologías cardiopulmonares hasta a 500 consumidores, según la Agencia del Medicamento. En 2003, la multinacional lo retiró de España por presuntos motivos económicos, y no fue hasta 2009, seis años más tarde, cuando se probó el escándalo en Francia.

    Nadie discute el valor humano y de denuncia en la propuesta de Bercot que, a pesar de una iluminación y de una música lánguidas, consigue imprimir interés a la cinta a ritmo de 'thriller'. A Knudsen, arrolladora, magnética y hasta lunática en ocasiones, el papel le va como un guante, aunque a veces recuerde en exceso, en idealismo y aspavientos, a su ya icónica Birgitte Nyborg. La exposición es fría, vítrea y, a veces, hasta plomiza, sin duda una decisión consciente para acompañar estéticamente a la titánica y claustrofóbica misión de Frachon, sepultada en medio de tanta prueba y tanto formulario.

    En una rueda de prensa posterior, la neumóloga real ha insistido en que las víctimas del Mediator, "personas envenenadas, no enfermos", y mujeres en un porcentaje del 80%, sólo querían adelgazar con este 'quitahambre' para verse más bellas y más hermosas, razón por la que La doctora de Brest intenta reflejar "el sacrificio y el suplicio". Y lo consigue, especialmente cuando pone de manifiesto la aquiescencia entre comunidad médica y farmacéuticas. Lamentablemente, pesan más sus fallos y excesos, como la subtrama sentimental de la familia Frachon, las situaciones de ambigüedad romántica con el personaje de Antoine Le Bihan (Benoît Magimel) -que nunca existieron- y hasta escenas de autopsia excesivamente desagradables y superfluas. Knudsen conmueve más mirando a cámara mientras lee una lista de pacientes que un cuerpo abierto en canal en una mesa de operaciones.

    Santiago Gimeno

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