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    El chef, la receta de la felicidad
    Críticas
    2,5
    Regular
    El chef, la receta de la felicidad

    Cocina de mercado

    por Paula Arantzazu Ruiz

    No hay nada más exclusivo, efímero y único que la experiencia gastronómica, cúspide del "consumo aspiracional", en palabras del siempre certero Antonio Baños, de nuestra sociedad hiperconsumista. En torno a ese deseo inaccesible a la gran mayoría se llenan páginas de diarios (cada vez más), webs de tendencias (también cada vez más, lamentablemente), comentarios entre conocidos; ese deseo ocupa, en definitiva, un espacio, mediático o no, desde el cuál crece y crece un acrítico séquito decidido a demostrar que en cuestiones de paladar nadie les chita. Como bien dice el refrán, monta un circo y ya sabes quiénes llamarán a la puerta.

    Y sobre esa idiotez colectiva en torno a las cuestiones gastronómicas construye precisamente Daniel Cohen una comedia no menos tonta que sigue a un endiosado chef a quien las circunstancias le obligan a toquetear la cocina molecular, interpretado por Jean Reno, y a un joven cocinero que ama la cocina más que a sí mismo, a cargo de Michaël Youn, el ex novio maleducado de Elsa Pataky, para más señas. El azar y los apuros profesionales pondrán al primero sobre aviso del segundo, hasta que finalmente, la camaradería dará paso a la amistad y al final feliz tras un cúmulo de rocambolescos traspiés. Todo, como se ve, tan predecible como unas natillas Danone, aunque se agradece que Cohen no pretenda hacernos colar ese postre como la más exquisita crème caramel del mercado. Así las cosas, la película ofrece momentos divertidos, como el pánico del personaje interpretado por Reno a la cocina-cortina de humo; otros algo burdos, la visita clandestina al restaurante regentado por el contrincante del protagonista; y un par para taparse los ojos y los oídos (el cameo de nuestro Santiago Segura), ingredientes de un producto que, como era de esperar, no apunta a la gran delicatessen de este 2012 que está a punto de finalizar. Cohen no lograría las tres estrellas Michelín porque sabe de sobras, ya para concluir, que su lugar en el mundo no es la rutilante alta cocina, sino un rincón más modesto y popular.

    A favor: Que no se tome muy en serio a sí misma.

    En contra: Santiago Segura chapurreando francés. Duele.

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