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    Palmeras en la nieve
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Palmeras en la nieve

    Elefantiasis vintage

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Si algo no hay que negar de Palmeras en la nieve, la adaptación de la novela Luz Gabás dirigida por Fernando González Molina, es su ambición de dejar impronta en un género apenas practicado en el cine patrio: los melodramas románticos que coquetean con la Historia (en mayúsculas), relatos ríos donde cada uno de sus protagonistas queda marcado por las experiencias emocionales de ese tramo de vida que cuenta la película. Bien por la factoría Atresmedia, que continúa así un camino forjado en melodramas de alta intensidad y thrillers de impacto con el beneplácito de la audiencia -queda por ver si el espectador responderá del mismo modo en el salto a la gran pantalla-; bien por González Molina por asumir un salto mortal de estas características: extras, decorados de superproducción y un cast que incluye parte del tímido star system patrio, liderado por el fotogénico Mario Casas, en un relato colonial que tampoco ha sido apenas tratado en nuestra filmografía.

    Pero en Palmeras en la nieve se sufre y no precisamente por los azarosos envites a los que se enfrentan los personajes. Sus más de dos horas y media de duración transforman su narración en una suerte de artefacto elefantiásico que no consigue encontrar el corazón de aquello que quiere explicar. Los saltos temporales entre presente y pasado, entre la historia de Kilian (Casas) y la de Clarence (Adriana Ugarte), se insertan bien en el cuerpo del relato, aunque algunas secuencias sean de un exhibicionismo gratuito (el polvo en la playa no nos está contando nada más allá de ofrecer una postal de soft porn exótica) muy sonrojante. Son precisamente estas escenas (hay más, no todas sexuales) las que interrumpen el fluir de una historia que de por sí se ramifica demasiado. Cuando se consuma finalmente el amor prohibido entre Kilian y la guineana Bisila (Berta Vázquez), la película ha perdido la intensidad romántica que se le esperaba.

    Como pastiche que juega con la nostalgia, de espíritu abiertamente vintage rozando lo kitsch, de un tiempo de románticos horizontes lejanos y aventuras bien lejos de la dictadura de Franco (y de la política), Palmeras en la nieve se postula como un curioso ejercicio revisionista que valdrá la pena estudiar, pero si hay que evaluar sus aspiraciones a ser el blockbuster qualité del cine español del año, la cinta queda por debajo del aprobado, soterrada por el exceso de lirismo edulcorado. El tono a priori es el adecuado para estas fechas del año, pero, como todo, la superabundancia empacha.

    A favor: Su revisionismo histórico del pasado colonial, aunque sea light.

    En contra: Esperábamos más de Mario Casas.   

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