El director de 'Irati', Paul Urkijo Alijo, vuelve al cine fantástico con una cinta de poderoso mensaje feminista ambientado en la Euskadi del siglo XVII
Desde sus primeros minutos, en Gaua ya se siente el pulso del bosque y la niebla: ese escenario no es solo paisaje del filme, sino otro protagonista más a su manera. El cineasta vasco Paul Urkijo Alijo invita al espectador a abandonar la luz del día para internarse en la noche vasca del siglo XVII, en un tiempo de superstición, de persecución, de silencio sepulcral y de mujeres que resistieron. La protagonista, Kattalin (interpretada por Yune Nogueiras), huye de su casa y de su marido, y se adentra en la profundidad de la naturaleza. Perdida y perseguida, encuentra tres mujeres que lavan ropa junto al río y comparten historias. Lo que parece un encuentro casual se convierte en un rito, en una terrible revelación y en punto de no retorno en su historia.
Urkijo retoma elementos de la mitología vasca, como ya lo hiciese en sus anteriores filmes Irati y Errementari -seres nocturnos, entidades entre las sombras y mucho folclore- y los fusiona con una trama histórica: la caza de brujas en la Euskadi del siglo XVII. La estructura episódica del guion permite que historias de terror, superstición y rebeldía femenina se encadenen, se crucen, y se conviertan en espejo de la sociedad vasca de la época. La noche en el filme es un símbolo de lo oculto, de lo marginal y de lo reprimido. Y es allí donde la cámara construye imágenes que parecen pinturas: niebla que envuelve figuras, antorchas que resplandecen en la oscuridad, cuerpos que se recortan contra la sombra del bosque.
Los seres mitológicos tienen gran presencia en toda la trama: no actúan solo para causar temor, sino para cuestionar quién es considerado monstruo y quién víctima. El diseño de esos seres, la elección de la iconografía, y la conjugación de lo ancestral con lo visualmente moderno confieren a la película una fuerza poco habitual en el cine de género nacional. Y en ese terreno el folclore vasco se muestra no como simple ambientación exótica, sino como eje del filme: se respira en los personajes, en la simbología, en el lenguaje (la película está rodada en euskera) y en la naturaleza del paisaje mismo.
El horror basado en la ambientación
Lejos del cine de terror basado en 'jump scares', Gaua es una película atmosférica. Los bosques, los valles, la mirada hacia lo nocturno están tratados con un cuidado que va más allá de lo estético: la ambientación se convierte en parte del relato interno de la historia. Cuando Kattalin se adentra en el bosque, ese bosque la observa, la acecha y la guía hacia las tres enigmáticas ancianas. Uno de sus grandes puntos es el uso de la luz: segmentos apenas iluminados por la luna o el fuego, sombras que esconden más de lo que muestran o imágenes que se diluyen en la penumbra. El vestuario, el sonido y el diseño de producción, también están al servicio de esta atmósfera. La música y el silencio colaboran: la noche aquí tiene un sonido propio. En la narrativa visual, la sensación de estar “perdido” como la protagonista se convierte en una poderosa metáfora para el espectador.
De una de las franquicias más irregulares salió una maravilla del terror de sólo hora y media que no deja de estremecerLa película construye su eje dramático en el hecho de ser mujer en una Euskadi del pasado donde predominaba el oscurantismo. Kattalin escapa de un matrimonio opresivo, pero su huida no es sólo individual: busca un lugar en la noche, lejos de los brazos de su marido, y así poder formar parte de otra comunidad. Las tres mujeres que encuentra -junto al río, lavando la ropa, compartiendo relatos- no son simples figuras secundarias sino catalizadoras de transformación que sufre el personaje. A través de sus cuentos revelan heridas, memorias, secretos, y ofrecen a la joven un espejo distinto al tradicional: uno de hermandad, de complicidad, de resistencia ante el patriarcado.
El año del aquelarre fantástico
La brujería, tan largamente retratada como sinónimo de maldad (dos buenos ejemplos de ello son exitosos estrenos de este mismo año como Devuélvemela o Weapons), aquí toma otro significado. Las acusaciones, las persecuciones, los juicios son tratados como metáforas de una estructura de poder que silencia y oprime. Y Urkijo propone que la noche, ese lugar del miedo natural para el ser humano, puede también ser el espacio de liberación. Kattalin no sólo huye, sino que aprende, conecta, se transforma. La luz de la mañana no se ve ya como algo totalmente deseable, porque quizá esté dominada por reglas que asfixian a las mujeres y es de día cuando vemos las escenas más dolorosas para las protagonistas.
La película logra una coherencia entre su propuesta visual, su inmersión folclórica y su discurso. No hay sensación de que la mitología vasca esté añadida artificialmente: fluye e interactúa con la trama. La ambientación es un triunfo: es realmente inmersiva y no parece que simplemente el espectador esté frente a una pantalla. Su palpable feminismo lejos de estar impostado, emerge de la narrativa, de los personajes, de la situación histórica, y conecta con el presente. La trama, aunque ambientada en el siglo XVII, habla de hoy: de hostigamiento, de juicios morales, de cuerpos que no encajan en la norma y de voces que se levantan contra el sistema.
Aunque la película cumple de manera notable, hay momentos donde la promesa de sorpresa se ajusta a los cánones del género: su estructura episódica (como la de la antes citada Weapons) y el uso de ciertos clichés del terror folclórico pueden dar la sensación de ‘deja vù’. Si el espectador espera que Gaua sea rompedora en todos los sentidos, puede que haya pasajes donde el sabor ya lo hayas encontrado en otros títulos. Pero esto no desmerece su impacto, sino que lo posiciona dentro de una tradición fantástica con la que conecta a la perfección. Es cine que te envuelve desde la atmósfera y la emoción, y que recupera leyenda para convertirla en fuerza narrativa. Paul Urkijo Alijo demuestra que conocer el folclore no es sólo colocar criaturas o supersticiones: es extraer de él significado, memoria y voz. Y en esta película, la voz pertenece ,sobre todo, a las mujeres que en la noche se atrevieron a contar otro cuento y a rebelarse.