Una película que merece cada instante de tu tiempo
por Alicia P. FerreirósDirigida por el antes actor Brady Corbet que previamente nos había brindado La infancia de un líder (2015) y el drama musical Vox Lux (2018), The Brutalist no era una película fácil. En parte, debido a que el arte de la arquitectura, por más fascinante y cautivador que sea, no suele ser, debido a su complejidad, una fuente frecuente de inspiración para el cine. Pero también porque el equipo de la película decidió no recortar ni un solo fotograma que consideraran necesario para un mejor resultado y eso llevó a un dato que era imposible pasar por alto: una extensa duración de tres horas y media -215 minutos-.
Para sorpresa de muchos, estos factores no juegan en contra del largometraje. La arquitectura, en la película, sirve como una herramienta para situar la historia en su contexto histórico y también para posicionar a su protagonista, László Tóth (interpretado por Adrien Brody en uno de sus mejores trabajos), un superviviente húngaro del Holocausto, quien, como muchos otros, tuvo que dejar atrás su hogar y su país para empezar una nueva vida en Estados Unidos.
Tóth, un personaje ficticio que resulta tan real que evoca la vida de muchos sobrevivientes, era un brillante arquitecto antes de que la guerra y la ocupación nazi le arrebataran todo. Sin saber si su esposa Erzsébet (interpretada por Felicity Jones) y su sobrina Zsófia (interpretada por Raffey Cassidy) siguen con vida, el arquitecto llega a Nueva York con una mezcla de esperanza y desasosiego, y se traslada rápidamente a Filadelfia, donde recibe ayuda de un primo que lleva años viviendo allí regentando una tienda de muebles. Allí, surge su primera gran oportunidad profesional cuando el hijo de un magnate adinerado, Harrison Lee Van Buren (interpretado por Guy Pearce), le encarga el rediseño de la biblioteca de su padre. Aunque las cosas no empiezan bien y László termina despedido y en la calle, sobreviviendo como obrero de la construcción y luchando contra una fuerte adicción a la morfina, Van Buren regresa para ofrecerle la oportunidad de su vida: construir el edificio más imponente que jamás hubiera imaginado.
Y es aquí donde la duración del filme cobra sentido. Aunque a priori pudiera resultar una decisión arriesgada que difícilmente recibiría el visto bueno de cualquier estudio, se ajusta a la estructura de la película de una manera que es fácil de aceptar para el espectador, puesto que The Brutalist está dividida en dos partes claramente diferenciadas y su interludio de 15 minutos tiene un propósito mucho más allá de dar un descanso. Es un elemento más que formó parte del guion inicial.
En la primera parte, "El enigma de la llegada", se empieza a narrar la historia de László mediante el mito del sueño americano. La segunda parte sitúa al protagonista seis años después de su arribo a Estados Unidos, aparentemente en camino de alcanzarlo. No obstante, el futuro aparentemente prometedor que se vislumbra ante él rápidamente revela la realidad de la inmigración, las desigualdades sociales, las estructuras de poder y la exclusión social, funcionando como una potente reflexión sobre las injusticias que sufrieron muchos sobrevivientes de uno de los peores males de la humanidad y cómo algunos se aprovecharon de ello para su propio beneficio.
Con una calidad visual impresionante y escenas poderosas que aún no he podido -ni quiero- borrar de mi mente, The Brutalist es una película profundamente inspiradora. Habla de sueños y oportunidades, de talento y ambición, incluso en la decadencia, pero al mismo tiempo es profundamente destructiva y cruel. Y sí, sin duda merece cada instante de tu tiempo.