Los odiosos ocho empezó como una secuela de Django desencadenado titulada Django en el infierno blanco. Su idea era hacer una novela, pero enseguida lo cambió por un guion... en el que el personaje no terminaba de funcionar. Así que Quentin Tarantino decidió convertirlo en la película que todos conocemos. A partir de aquí, esta se convirtió poco menos que en una cinta maldita: el guion se filtró online, el director se planteó volver a convertirla en novela y, finalmente, decidió seguir adelante con otro final. Y ya puestos a rodarla, prefirió ir con todo.
La odiosa guitarra
Para que la película luciera lo mejor posible, Tarantino insistió en que Jennifer Jason Leigh tocara una guitarra de la época en una escena. Particularmente, una Martin de la década de 1870 que cogieron en préstamo del Museo de las Guitarras Martin. Su valor, alrededor de los 40.000 dólares, por poner uno, ya que se trataba de un ejemplar en perfecto estado e incalculable. Al menos hasta que Kurt Russell entró en escena.
Y es que Russell no tenía ni idea de que la guitarra era carísima y no se trataba de una simple copia de atrezzo, de las que habían hecho diez iguales. Así que, cuando llegó el momento de romperla en mil pedazos contra la pared, no se lo pensó dos veces: cogió la Martin y la destruyó sin miramientos. La reacción de Jason Leigh es absolutamente real y verídica: acababa de destrozar un pedazo de historia sin saberlo.
Obviamente, el director del museo pidió una remuneración económica por el destrozo: "Asumimos que se le había caído un andamio o algo así encima. Entendemos que estas cosas pasan, pero al mismo tiempo no podemos tomárnoslo a la ligera. No sabíamos nada sobre el guion o que Kurt Russell no sabía que era un artefacto sin incalculable e irrepetible del museo Martin". Al final, obviamente, producción pagó al museo. No les dolió tanto al ver la recaudación de la cinta: 156 millones contra 44 de presupuesto no hacen mal a nadie, ¿verdad? Con o sin guitarra destrozada.