Es curioso cómo Stanley Kubrick se basó en diferentes obras de Arthur C. Clarke para amalgamar 2001: Una odisea del espacio junto al autor, y después él mismo cogió esa amalgama para crear la versión literaria de la película, que iba por su cuenta en muchos aspectos. Es menos conocido, eso sí, que después de Kubrick llegaría una secuela cinematográfica (2010: Odisea dos) y tres novelas más que cubrían hasta 3001, la "odisea final". En el espacio, el que no corre vuela.
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Cuidado con lo que odiseas
Se dice que Star Wars abrió el cajón de la ciencia ficción exitosa y que George Lucas fue un innovador, y es cierto. Pero también lo es que, nueve años antes del inicio de su saga galáctica, Kubrick abrió camino resultando definitivamente influyente en dos cosas. Primero, demostró que se podía hacer ciencia-ficción de calidad y exitosa (dando vía libre a la odisea de Lucas). Y segundo, inspiró el interior de las naves del Imperio, que son diseños que no habrían existido así sin 2001.
Para devolver el favor, Lucas introdujo un guiño a la película cuando volvió a ponerse a los mandos de su franquicia en 1999, con el estreno de La amenaza fantasma: en la tienda de chatarra de Watto podemos ver un EVA Pod que realmente es una réplica del famoso elemento de 2001, que por aquel entonces se asemejaba a los que la NASA propuso para FlexCraft, el proyecto de naves espaciales para una sola persona.
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Por cierto, se tiende a pensar que 2001 fue una película de culto disfrutable solo por unos pocos, pero realmente recaudó 146 millones de dólares en 1968 frente a un presupuesto de apenas 10 y dio un nuevo respeto hacia la ciencia-ficción, que por aquel entonces aún se asemejaba con las películas de serie B de los 50. Todos ganamos.