Vermin: La plaga es una de las sensaciones de terror del pasado Festival de Sitges y su premisa es sencilla: los habitantes de un bloque de apartamentos parisino se ven inmersos en una batalla por la supervivencia después de que un residente deje escapar sin querer una araña venenosa y las autoridades cierren el edificio. Pese a ello, el director Sebastien Vanicek -que debuta en la dirección de largometrajes- demuestra ser experto en exprimir hasta la última gota de la tensión del espectador en una película que corta la respiración.
Una cosa son los gritos durante una proyección de filmes de este tipo. Otra muy distinta es sentir cómo el público se retuerce en sus asientos: las piernas se quedan rígidas, los brazos se tensan y los cuerpos se contorsionan lentamente. Este nuevo thriller francés, es irresistible -si uno ama el terror o las ‘monster movies’- o repulsivo, según se mire, y quizá un poco de ambas cosas. Pero sobre todo es un filme realista, que habla de unos seres que no están tan lejos como pensamos: las arañas letales. De hecho, en muchas escenas todas son verdad -que es lo genuino de este largometraje- y otras se han conseguido mediante efectos. En cualquier caso, parecen arañas de verdad y es lo que más sorprende de una producción de bajo presupuesto como esta. Ya lo dijo Ángel Sala en el certamen catalán: “es una de las citas obligatorias para fans del género”.
En un decadente suburbio del este de París, el veinteañero Kaleb (Theo Christine) tiene constantes enfrentamientos con su hermana Manon (Lisa Nyarko), que quiere vender su destartalado apartamento tras la muerte de su madre. Kaleb se dedica a vender zapatillas de deporte de alta gama, pero su verdadera pasión son los animales exóticos y tiene una colección en su dormitorio. Cuando trae a casa una pequeña araña no identificada, no tiene ni idea del peligro que acecha en su improvisada caja de zapatos. Por supuesto, el arácnido de Kaleb escapa inmediatamente y… Esta raza particular (creada para la película, no hay que asustarse) de araña se reproduce de forma prolífica: por lo que una criatura pronto se convierte en cientos. Pero la mordedura de estas arañas puede matar a un hombre en cuestión de minutos, de ahí que el edificio se ponga rápidamente en cuarentena.
Obviamente, estamos no sólo ante una ‘monster movie’ de terror, sino también ante una lectura política de lo que está ocurriendo en occidente. En el edificio del protagonista a menudo no hay electricidad, donde las luces no están fijas, donde el ascensor nunca funciona, y donde una misteriosa sustancia viscosa en una escalera o en una barandilla no se considera una señal especialmente siniestra. Sin embargo, el director presenta a las arañas como una metáfora de los residentes del proyecto de viviendas: no deseados, incomprendidos y temidos por el urbanita medio. Aunque en estos tramos el guion cojea en ocasiones.
No apto para aracnofóbicos: la película que triunfó en Sitges llega a cinesNo estoy del todo seguro de que Vermin: La plaga funcione como la tesis -mezcla de terror y drama social- que su creador dese que sea. Lo que sí destaca es la experta orquestación del suspense por parte de un debutante y el saber hacer de un joven reparto, para hacer que los miedos de sus personajes parezcan auténticos. La sensación general de desesperanza se apodera de la película cuando la policía empieza a intervenir. Al principio, la policía se muestra negligente y descuidada, luego violenta. Se percibe el abandono de estos lugares, la profundidad del fracaso institucional. Es suficiente para que los personajes se pregunten si tal vez estarían mejor con las arañas. ¿Estamos ante la película de terror del año? Juzguen ustedes.