Durante varias décadas, el Tyrannosaurus Rex no tuvo nombre. AL menos hasta que Henry Fairfield Osborn, allá por 1905, viera el segundo esqueleto completo jamás encontrado y decidiera llamarlo así de las palabras griegas "tyrannos" ("tirano"), "sauros" ("lagarto") y "rex" ("rey"). Aunque bueno, en realidad había otro especimen más al que decidió llamar Dynamosaurus imperiosus antes de darse cuenta de que pertenecían a la misma especie. Y entre los dos nombres, la verdad, no había color.
La cencia hay que hacerla
La primera película en la que un tiranosaurio apareció fue en The ghost of Slumber Mountain, un corto de 1918, al que siguió la mítica El mundo perdido, una adaptación de 1925 de la novela en la que el dinosaurio en cuestión no aparecía... pero la cultura popular le quería demasiado como para no incluirle. Y el paso del tiempo nos llevó, inevitablemente, hasta Parque jurásico, donde se convirtió en el rey de la función. Por más que los científicos, aparentemente, quisieran llamarle de otra forma.
Y es que en la película Steven Spielberg cometió un pequeño error que de primeras es imposible de ver: en los ficheros de los genetistas podemos leer mal escritos "Tyranosaurus" (le falta una "n") y "Stegasaurus" (la primera "a" debería ser una "o"). Con este nivel, normal que el parque acabara rompiéndose en cuatro partes.
Dicho sea de paso, el error estaba cometido a posta: en la novela, durante el tour inicial, el Doctor Wu dice a los protagonistas que no es capaz de seguir todos los nombres complicados y los científicos estaban tan centrados en el proceso de clonación que no prestaban atención a los detalles. Un detalle fino que Spielberg plasmó de la mejor manera posible: si te das cuenta, perfecto. Y si no, la película continúa siendo igual de prodigiosa.