Cuando le preguntas a Joe y Anthony Russo sobre qué se siente al haber dirigido la película más cara de la historia de Netflix, no tienen una respuesta tan segura como cabría esperar. "Sé que la gente lo dice, pero no sabemos si es cierto. No sé cuánto cuestan las películas", responde Anthony en una entrevista con SensaCine. Ellos, que han levantado auténticos gigantes como Vengadores: Endgame con 356 millones de dólares ahora han realizado Estado eléctrico con 320, que tampoco se queda muy atrás. Ninguna presión por su parte.
"Creemos que es peligroso obsesionarse con el costo de las películas solo porque son caras. Si haces películas gigantes, van a costar dinero. Y, por lo general, al público general no le importa cuánto cuesta algo. Solo quieren saber si les entretuvo o no", dice Joe, a lo que su hermano -con el que apenas se lleva año y medio- añade: "cada película es como una oportunidad única. Así que quieres que cada película salga bien, sin importar cuánto gastes. Todas son difíciles de hacer".
Crecieron en su casa familiar en Ohio fascinados por la fantasía y la ciencia ficción de los años 70 y 80. Los pequeños Russo alimentaron su pasión por el cine con títulos como El Imperio contraataca, que fue fundamental para su modo de entender el cine, y era cuestión de tiempo que toda esa nostalgia impregnara la gran pantalla. De esas películas que consumían ávidamente de niños nace la película ¿más cara? de Netflix que se estrena en la plataforma este viernes 14 de marzo.

Estado Eléctrico se ambienta en un mundo en el que ha habido una guerra entre humanos y robots. Tras un duro conflicto, las máquinas que se rebelaron y perdieron han quedado recluidas en una zona de la que no pueden salir -ni ningún humano puede entrar-. Ahí es donde crece Michelle, una adolescente que ha perdido a su familia, y Keats, un exsoldado que ahora busca chatarra para revenderla. Se trata de una cinta familiar de ciencia ficción con un tono agridulce, lo que le ha llevado a ser descrita como Dark Amblin -la parte más oscura de las cintas con las que Steven Spielberg enamoró a generaciones en los años 80 y hasta nuestros días-.
"Nos inspiramos mucho en las películas de Amblin [Entertainment] que veíamos de pequeños. Está totalmente pensada para ser una película familiar que desafíe al público y a los espectadores más jóvenes", dice Joe.
Una de las películas que nos desafió cuando éramos niños fue 'El Imperio Contraataca'. Es una película fundamental para nosotros porque fue intensa, emotiva y muy real. El héroe no consiguió exactamente lo que quería al final de la película. En cuanto terminó, yo tenía 10 años, volví a salir, compré otra entrada, me senté y la volví a ver
"Se siente como una película de Amblin, el patrón de corte. Sientes que estás viendo algo que recuerda a los 80 y 90, no solo por las referencias a la cultura pop y el vestuario de los personajes, sino también por el tono de la película. Es un regreso al pasado. Probablemente es mi época favorita del cine, quizás porque crecí en esa época y era un niño, pero definitivamente [la película es] Dark Amblin. Me gusta", dice Chris Pratt, el actor protagonista.

Pratt, al igual que los Russo, es un niño de los 80 y no tuvo que imaginar mucho para crear a su personaje, la imaginación le llegó de su propia experiencia personal. Se acordó de un vecino que tenía de pequeño, que tenía una melena larga rubia, tocaba la guitarra vestía pantalones con estampado de cebra y, aunque era demasiado mayor, jugaba con los niños de su barrio a peleas de globos de agua.
Millie Bobby Brown es la otra protagonista de esta historia. Nacida en 2004, sus recuerdos están muy lejos de la época de Amblin, por lo que tuvo que buscar información de la época en internet y construir a su Michelle en base a imágenes de Pinterest. "Crecí en los 90 y conocí a chicas que se parecían mucho a Michelle. Estaban superando lo que había sido el R&B suave y el pop y pasaron al rock grunge. En cierto modo, reflejaba la mentalidad de la generación de la época", señala Pratt.
Ellos dos, junto a Ke Huy Quan, son de los pocos actores de carne y hueso que encontrarás en Estado Eléctrico, el resto son todos robots, algo que explica por qué ha superado los 300 millones de dólares de presupuesto. "Tuvimos a varios actores de captura de movimiento durante toda la película. Debo decir que es una parte fundamental, absolutamente integral, del proceso creativo colaborativo", confiesa Pratt.
Estos actores se dejan la piel, y en cierto modo es un papel un tanto ingrato porque, al final, contribuyen muchísimo, pero cuando se estrena la película final, no es su voz ni su imagen. Pero sus gestos, a menudo incluso la forma de hablar, son copiados por el talento vocal que se incorpora en la postproducción
En un rodaje donde había más actores de captura de movimientos que actores para personajes humanos los efectos visuales son clave para crear una historia realista para los ojos de los espectadores. Por suerte, los Russo tienen gran experiencia en este campo después de Los Vengadores y aquí lo que querían era empujar los límites. Cuidaron la parte digital, pero sin descuidar nunca la real. "Nos esforzamos mucho para descubrir quiénes eran [los robots] individualmente. Inicialmente, lo exploramos a través del arte, el dibujo, intentando descubrir quiénes eran estos personajes, quiénes eran estos robots a nivel de personalidad. Luego, empezamos a hacer el casting. Básicamente, elegimos a dos actores para cada robot: [el de movimiento y el de voz]. Uno alimentaba al otro y así sucesivamente", señala Anthony.
Su objetivo era crear un mundo que se sintiera auténtico, con robots que resultaran familiares, y en una película para todos los públicos pero con un punto oscuro. Ese mundo postapocalíptico se tituló Estado eléctrico y estará disponible en Netflix a partir del viernes 14 de marzo.