Stephen Norrington tenía una carrera sólida en el campo de los efectos especiales. Había participado en grandes producciones como Aliens, el regreso (1986) y Alien³ (1991), pero quería ocupar otro cargo detrás de las cámaras. En 1995 cumplió su sueño cuando escribió, produjo y dirigió su primer largometraje, Máquina letal, una cinta de bajo presupuesto. Se trató de un proyecto pequeño, pero le permitió dirigir Blade unos años más tarde.
Parecía que la carrera de Norrington seguía adelante. En apenas unos años pudo pasar de ser el encargado de los efectos especiales a dirigir grandes producciones y, tras su experiencia con Wesley Snipes como el famoso cazador de vampiros, Norrington tomó el mando de otra adaptación de cómic. En esta ocasión, iba a trasladar a la pantalla grande La liga de los hombres extraordinarios, de Alan Moore y Kevin O'Neill, que pertenece al género steampunk y reúne varios personajes de la literatura fantástica del siglo XIX.
Stephen Norrington quería ser fiel a la obra original, pero la productora, 20th Century Fox, y Sean Connery, protagonista y productor ejecutivo de la cinta, no estaban de acuerdo. Los ejecutivos se opusieron a la visión del director, lo que resultó en 20 versiones diferentes del guion y una relación muy tensa en el set de rodaje. Después vinieron recortes de presupuesto y pérdidas financieras.
No solo hubo problemas en las relaciones personales, también vivieron imprevistos que aumentaron el presupuesto significativamente. Por ejemplo, tuvieron que hacer frente a una inundación que destrozó los decorados y lo cierto es que, con un presupuesto de 17 millones de dólares, tenían poco margen para actuar. Llegó un punto en que Stephen Norrington estaba harto y renunció a su puesto, pero ante la amenaza de ser demandado, tuvo que volver.
Este es el trasfondo en el que se desarrolló La liga de los hombres extraordinarios. Los baches no se quedaron en la producción y el equipo vivió un último problema que zanjó su futuro de manera definitiva. La cinta se estrenó el mismo fin de semana que Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra, una batalla donde tenía todas las de perder. Consiguió recaudar 23 millones de dólares en su primer fin de semana -la mitad que su competidora- y la prensa destrozó la película.
"Una gran premisa arruinada por una pobre ejecución" fue la queja más escuchada. El proyecto lo tenía todo para arrasar. Partía de una buena historia, con grandes personajes y una aventura lista para ser desarrollada, pero no dio frutos. La cinta tiene un 17% en Rotten Tomatoes y un 30% en Metacritic y todos los que participaron en ella prefieren olvidarla.
El director abandonó su carrera y Sean Connery se lo planteó
Las tensiones entre el actor protagonista y el director eran notables. Según The Scotsman, las disputas podían surgir por los detalles más pequeños, como una pistola de atrezzo. Al parecer, el director paró la producción durante un día entero porque una de las armas "no lucía bien", algo que irritaba a Connery. Una vez terminada la película, cada uno se marchó por su lado y ninguno de los dos tuvo ganas de seguir dedicándose al cine.
Sean Connery, que tenía 73 años por aquel entonces, se planteó muy seriamente abandonar la interpretación. "Fue una pesadilla", aseguró en una entrevista con The Times, "La experiencia tuvo mucha influencia en mí, me hizo reflexionar sobre la industria. Estoy harto de tratar con idiotas". De hecho, no tuvo ningún reparo en señalar que Stephen Norrington estaba "loco". El director decidió no aparecer en la presentación de la cinta en Las Vegas y, ante la pregunta de la prensa sobre dónde estaba, Connery simplemente dijo: "Mirad en el psiquiátrico local".
En cuanto a Stephen Norrington, no ha vuelto a estrenar un largometraje. Tras terminar La liga de los hombres extraordinarios aseguró que no volvería a dirigir una película, aunque ha valorado algunas ofertas que le han ido llegando y ha dejado otros proyectos sin finalizar. Ha escrito algunos guiones y se ha interesado por algunas producciones, como el 'reboot' de El cuervo, pero nada ha terminado de cuajar.
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